Una de las cosas que más me gustan,
uno de esos pequeños grandes placeres, es desayunar con calma –los fines de
semana- mientras leo el periódico, en papel, claro. Esta mañana me ha llamado
la atención el título de un artículo de Enrique Rojas, La inmadurez sentimental del hombre, refiriéndose al sexo
masculino. Interesante. Así que me lo he leído y sí, muy interesante. Escribe
el psiquiatra:
«Vengo
observando desde hace un cierto tiempo un fenómeno que me llama poderosamente
la atención: la falta de madurez afectiva en hombres jóvenes, que van de los
veintitantos años largos en adelante, que no saben gestionar de forma sana el
mundo de las emociones».
Ni más ni menos. Seguro que muchas
mujeres han vivido la experiencia de tropezar con un inmaduro emocional, esos
que se piensan que porque te empiezan a interesar un poco ya tienes la palabra
boda escrita en la frente, les entra el ataque de pánico y salen corriendo sin
mirar hacia atrás. ¿Qué ha pasado? –
te preguntas extrañada-. Si sólo he dicho
que me lo he pasado muy bien…
Entonces mi cerebro, que tiene la
extraña habilidad –o manía- de relacionar hechos e ideas, me lleva a acordarme
de una película que vi la semana pasada, ¿En
qué piensan los hombres?. Me la recomendó mi mejor amiga, una mujer muy
sabia. Tienes que ver por lo menos los
tres primeros minutos. Te vas a reír y me lo agradecerás, me dijo entre
risas. Pues eso hice. La vi entera y me reí un montón.
Se trata de una comedia estadounidense,
de esas con las que se pasa un buen rato, sin mayores pretensiones. La película
empieza mostrando una sucesión de imágenes que tienen un factor común: conversaciones
entre dos o tres amigas. Son mujeres de todas las edades y razas. Mujeres occidentales
en un gimnasio o tomando una copa en un bar, mujeres chinas en un centro
comercial, mujeres africanas moliendo grano a la puerta de sus chozas. Y todas
hablan de lo mismo, de las «señales». Más concretamente, de los hombres y sus «señales».
Todas consultan con sus amigas cómo interpretan tal o cual cosa que ha dicho o
hecho el hombre de sus sueños –o más bien que no ha dicho ni hecho-. Y en todos
los casos, con la mejor de las intenciones, la respuesta es la misma: Eso es que le interesas, está clarísimo.
Y la pobre enamorada se queda más tranquila y contenta, aunque para los espectadores
está clarísimo que el tipo pasa de ella olímpicamente.
Otra mujer muy sabia me dijo una vez
que si un chico estaba enamorado de ti no te cabría ninguna duda. Te lo demostraría
claramente. Así que vete olvidando de ese
–sentenció. Y acertó, claro. Las madres siempre aciertan. Y es eso lo que nos
cuenta la peli. Que las mujeres debemos dejar de buscar señales donde no las
hay, porque si le interesas, quédate tranquila que te lo hará saber claro y
meridiano. Y luego ya, tú tomarás la decisión que te convenga.
Aunque esto de las «señales» o las «no
señales» no es sólo característico de las mujeres, no. Hace poco un amigo me
contó que había conocido una chica que le encantaba y que estaba seguro de que
ella sentía lo mismo.
-
Qué
bien, cuánto me alegro – le digo animosa.- ¿Y qué ha pasado?
-
Esa
es la cosa, que todavía no ha pasado nada. Pero te quería preguntar a ver cómo
interpretas tú esto. La he invitado a salir dos veces pero me ha dicho que no
le iba bien –me dice mirándome y esperando no sé qué de mí.
-
¿No
le iba bien? ¿Eso te ha dicho? –le digo abriendo mucho los ojos.
-
Bueno,
pero yo estoy seguro de que es una estrategia. Es que las mujeres sois muy
complicadas, no hay quién os entienda.
Yo
abro todavía más los ojos. Miro con cariño a mi amigo. A ver cómo se lo digo
para no deprimirle.
-
Hombre,
ya no tenemos veinte años, que a lo mejor sí puedes jugar a hacerte la dura… -respiro
hondo-. A ver, no somos complicadas. Si te ha dicho dos veces que no, es que
no. Así de simple. Yo me olvidaría de ella.
-
¿Tú
crees? –me dice mirándome muy fijamente-. Pues a mí me ha parecido percibir
algo, señales.
-
¿Señales?
–repito arqueando las cejas- ¡Pero si te ha dicho que no dos veces!
-
Bueno,
pero eso no quiere decir nada porque vosotras sois complicadas –y me mira
queriendo que yo le diga otra cosa.
-
Que
no, que no somos complicadas. Que si un tipo te gusta y te invita a salir, dos
veces, le dices que sí. Sin más. Olvídate, no tienes nada que hacer –sentencio-.
Bueno, siempre puedes volver a intentarlo, por si acaso, y así te quedas
tranquilo ¿te parece? – termino diciendo para que deje de mirarme mal.
Así que no sé quién tiene más razón, si la película o Enrique
Rojas. Supongo que no siempre se puede generalizar y que algo, o mucho, de
verdad hay en las dos cosas. No son teorías excluyentes. Por cierto, el que me
invitó ayer a un café, he dicho que no y eso quiere decir que no, gracias
¿vale?
Marzo 2016