Y ya van cuatro semanas de encierro. Cuántos cumpleaños en
reclusión, aunque eso es lo de menos. Lo importante es poder celebrarlos, claro,
así que dando gracias por poder celebrar uno más, que soy una de esas muchas personas
que en estos días celebran su cumpleaños. Y sorprendentemente, me he sentido
muy acompañada. Diría que he recibido más llamadas y mensajes personales que
nunca, algunos inesperados. Me han llamado amigos de Italia, Reino Unido,
República Checa… es lo que tiene la aldea global. Y lo siento por los podemitas
y afines, pero eso no es malo. De hecho, diría que la globalización es
intrínseca al ser humano. Desde el inicio de la Historia el hombre se mueve, se
traslada, se adentra en territorios inexplorados… Los hay que no han salido
nunca de la cueva, pero desde que el mundo es mundo, las personas se mueven por
la curiosidad, el deseo de conocimiento, la búsqueda de la verdad, el gusto por
la aventura, la necesidad, el poder… Y si te quedas en la cueva encerrado, te pierdes
muchas cosas. Que no es malo, que cada uno haga lo que quiera, faltaría más, aunque
es innegable que hay un motor que empuja al hombre a salir de su entorno y
buscar nuevos horizontes. Que se lo pregunten a los que se subieron a tres
carabelas hace quinientos años y se echaron mar adentro, o a los misioneros que
en el siglo XVI traspasaban las fronteras de Nueva España y se adentraban en
tierra incógnita, o a tantos viajeros y exploradores que buscaban respuestas a
lo largo de los siglos, o a los líderes de los grandes imperios de la antigüedad,
para los que sus fronteras nunca eran lo suficientemente grandes.
Eran otros tiempos. Ahora de golpe ha cambiado todo. De un
día a otro esos horizontes casi infinitos se han visto restringidos a las
cuatro paredes de una casa, los que tenemos suerte de tenerla. Y todo porque un
murciélago estornudó en un lugar recóndito de China. Ya… ¿No les parece de verdad
un insulto a la inteligencia? Sí, ya lo sé… A lo largo de la historia ha habido
pestes devastadoras. También hay quien cree que se trata de un castigo divino, como si
volviéramos a la antigüedad, o sea, a la época histórica antigua, esa en la que
los hombres achacaban a la intervención de los dioses todo aquello para lo que
no encontraban explicación.
Ninguna de estas explicaciones me convence. Casualmente, son las
principales capitales económicas del mundo occidental las que se han resfriado
por el estornudo del murciélago chino. Milán, Barcelona, Madrid, París, Berlín,
Bruselas, Londres, Nueva York, Washington, etc… ¿Han visto el mapa de la expansión
del bicho en Estados Unidos? Casualmente, los estados más afectados son Nueva
York, Washington, California, Texas y Florida. O sea, los más ricos. Por lo
visto, en Dakota, Wisconsin y Kansas la cosa no está tan mal. Y no ha pasado
nada ni en Pekín ni en Shangai. Ya, claro. Serán teorías conspiranoicas.
A ver, es verdad que la capacidad de reacción en los
diferentes países es fundamental. Y que en España, probablemente los hermanos
Marx -Groucho, Harpo, Chico y Zeppo, aclaro por si acaso- lo habrían hecho bastante
mejor que la panda de ineptos que tenemos al frente, incluidos los supuestos
expertos. ¿Expertos en qué? ¿En irresponsabilidad?
Aparto los ojos de la pantalla del ordenador. Miro por la
ventana. Aunque está diluviando, recuerdo con nostalgia un cumpleaños que
reunió a toda la familia junto al mar, no hace tanto, cuando vivíamos felices e
inconscientes en nuestra falsa seguridad. O a lo mejor no era falsa. A lo mejor
estamos viviendo un espejismo. Rezo para que el espejismo pase cuanto antes,
para que Dios nos dé fortaleza y para que podamos volver a pasear junto al mar,
con libertad.
Abril 2020