miércoles, 15 de abril de 2020

CUARTA SEMANA. CUANDO UN MURCIÉLAGO ESTORNUDÓ EN CHINA




Y ya van cuatro semanas de encierro. Cuántos cumpleaños en reclusión, aunque eso es lo de menos. Lo importante es poder celebrarlos, claro, así que dando gracias por poder celebrar uno más, que soy una de esas muchas personas que en estos días celebran su cumpleaños. Y sorprendentemente, me he sentido muy acompañada. Diría que he recibido más llamadas y mensajes personales que nunca, algunos inesperados. Me han llamado amigos de Italia, Reino Unido, República Checa… es lo que tiene la aldea global. Y lo siento por los podemitas y afines, pero eso no es malo. De hecho, diría que la globalización es intrínseca al ser humano. Desde el inicio de la Historia el hombre se mueve, se traslada, se adentra en territorios inexplorados… Los hay que no han salido nunca de la cueva, pero desde que el mundo es mundo, las personas se mueven por la curiosidad, el deseo de conocimiento, la búsqueda de la verdad, el gusto por la aventura, la necesidad, el poder… Y si te quedas en la cueva encerrado, te pierdes muchas cosas. Que no es malo, que cada uno haga lo que quiera, faltaría más, aunque es innegable que hay un motor que empuja al hombre a salir de su entorno y buscar nuevos horizontes. Que se lo pregunten a los que se subieron a tres carabelas hace quinientos años y se echaron mar adentro, o a los misioneros que en el siglo XVI traspasaban las fronteras de Nueva España y se adentraban en tierra incógnita, o a tantos viajeros y exploradores que buscaban respuestas a lo largo de los siglos, o a los líderes de los grandes imperios de la antigüedad, para los que sus fronteras nunca eran lo suficientemente grandes. 


Eran otros tiempos. Ahora de golpe ha cambiado todo. De un día a otro esos horizontes casi infinitos se han visto restringidos a las cuatro paredes de una casa, los que tenemos suerte de tenerla. Y todo porque un murciélago estornudó en un lugar recóndito de China. Ya… ¿No les parece de verdad un insulto a la inteligencia? Sí, ya lo sé… A lo largo de la historia ha habido pestes devastadoras. También hay quien cree que se trata de un castigo divino, como si volviéramos a la antigüedad, o sea, a la época histórica antigua, esa en la que los hombres achacaban a la intervención de los dioses todo aquello para lo que no encontraban explicación. 


Ninguna de estas explicaciones me convence. Casualmente, son las principales capitales económicas del mundo occidental las que se han resfriado por el estornudo del murciélago chino. Milán, Barcelona, Madrid, París, Berlín, Bruselas, Londres, Nueva York, Washington, etc… ¿Han visto el mapa de la expansión del bicho en Estados Unidos? Casualmente, los estados más afectados son Nueva York, Washington, California, Texas y Florida. O sea, los más ricos. Por lo visto, en Dakota, Wisconsin y Kansas la cosa no está tan mal. Y no ha pasado nada ni en Pekín ni en Shangai. Ya, claro. Serán teorías conspiranoicas. 


A ver, es verdad que la capacidad de reacción en los diferentes países es fundamental. Y que en España, probablemente los hermanos Marx -Groucho, Harpo, Chico y Zeppo, aclaro por si acaso- lo habrían hecho bastante mejor que la panda de ineptos que tenemos al frente, incluidos los supuestos expertos. ¿Expertos en qué? ¿En irresponsabilidad? 


Aparto los ojos de la pantalla del ordenador. Miro por la ventana. Aunque está diluviando, recuerdo con nostalgia un cumpleaños que reunió a toda la familia junto al mar, no hace tanto, cuando vivíamos felices e inconscientes en nuestra falsa seguridad. O a lo mejor no era falsa. A lo mejor estamos viviendo un espejismo. Rezo para que el espejismo pase cuanto antes, para que Dios nos dé fortaleza y para que podamos volver a pasear junto al mar, con libertad.



Abril 2020