Te busco y no te encuentro.
Me parece que estás y desapareces. Quiero llegar y no te
alcanzo.
Cuando creo que estoy, ya te has ido. O quizás no has estado
nunca.
Creo distinguir tu voz entre el ruido atronador y los
silencios.
Me llega como un murmullo a veces y otras es clara y
cercana.
Entonces paré, me detuve. Me senté en aquel rincón cálido y
me abracé,
escondiendo la cabeza entre mis rodillas. Respiré hondo.
Logré controlar mi espiración entrecortada y, lentamente, se
fue acompasando.
Entonces volví a ser yo. Te olvidé y volví a sonreír.
De un salto abandoné mi rincón cálido. Como si de pronto
renaciera.
Le olvidé a él y, como si fuera la primera vez, sentí tu
caricia.
Y regresé a Ti. A Ti que me esperabas sin preguntas, sin
reproches.
Entonces lo entendí. Una vez más. Buscaba una quimera
imposible de encontrar.
Me abrí paso entre el estruendo, vencí mis miedos, mis
heridas quedaron atrás.
Tú siempre esperas.
Con los brazos en alto, giré y giré entre risas y cantos.
Entonces volví a ser yo. Contigo.
Febrero 2018