sábado, 28 de mayo de 2016

CUANDO TE CONOCÍ


Al principio no le llamó la atención. No era su tipo. Era el típico guaperas, un malote con un toque bohemio. A ella le gustaba el orden, la tranquilidad y, desde luego, él desprendía cualquier cosa menos paz y seguridad.
-          Una niña mona, con cara angelical -pensó él-. Aburrida. Nada que hacer.
Tenían amigos comunes y compartían gustos y aficiones, así que sus caminos se terminaban cruzando frecuentemente. Y él era simpático y divertido. Le hacía reír.
-          Tiene encanto y un algo de misterio- reconoció él.
Y resultó que ni ella era tan angelical ni él tan malote. Y así, cruce tras cruce, sus caminos se encontraron. Aquel día, un sábado de diciembre, un grupo de amigos con inquietudes literarias se había reunido con la intención de fundar una asociación cultural. Allí estaban los dos. Al terminar la reunión se quedaron varios rezagados charlando, dos chicas y cuatro chicos, y decidieron ir a tomar algo. Bajaron caminando hacia la Castellana buscando una parada. Unos minutos después, el grupo subió al autobús y se dirigió hacia el fondo, que estaba vacío. Blanca iba la primera y se sentó junto a la ventanilla. A su lado su amiga y en el asiento justo delante ¿quién si no? Él. Qué detalle, así podría observarle tranquilamente. Entre anécdotas y risas, protagonizadas sobre todo por él,  llegaron a su destino. Alguien había dicho que por allí conocía un bar de moda. Entraron. De fondo sonaba una canción de Gabinete Caligari. Estaba lleno pero encontraron mesa en el piso de abajo. Juan se adelantó y se sentó con prisas al lado de Blanca, pero ella ya sólo tenía ojos para él, para Julio. No podía creerlo. Después de casi un año desde que se habían conocido, por fin detectaba señales claras. Él no paraba de mirarla, aunque desviaba la mirada cuando se daba cuenta de que ella lo notaba. Y cuando contaba sus historias, parecía que lo hiciera sólo para ella, como esperando su aprobación. De hecho, parecía que cada uno intentara contar una gracia mayor que la anterior para impresionar a las chicas.
Estaban relajados. Hasta ese día sólo habían tenido confianza cuando hablaban por teléfono, cuando no había nadie más delante. En esos momentos parecía como si se conocieran de toda la vida. Pero por alguna extraña reacción, cuando había gente se esquivaban. Hasta ese día.
-          La verdad es que un gran contador de historias. Nadie me hace reír como él –tuvo que reconocerse a sí misma.
Llegó el momento de la despedida y de desearse feliz Navidad. Blanca estaría unos días fuera. Él le prometió que la llamaría a la vuelta de vacaciones. «No me llamará, lo sé», pensó con pesimismo. Pero llamó. Tardó más de lo que había dicho, pero llamó.
-          Perdona, estaba con exámenes.

-          No, si no tienes que disculparte. No tienes ninguna obligación de llamarme – dijo ella en plan digno.

-          Quería invitarte a cenar.

-          No tienes por qué hacerlo – más digna todavía. A ver si se iba a pensar que no tenía nada mejor que hacer... Pero ¿por qué le salía ponerse borde??

-          Quiero hacerlo, déjate de tonterías.

Silencio. «¿Me estará tomando el pelo?», pensó ella desconfiada. Y él, «¿estaré haciendo el ridículo y está saliendo con otro?».
-          Claro que si no quieres verme…- empezó él.

-          No, no es eso. Es que yo también tengo exámenes. Pero bueno, me puedo organizar.
Y se organizó, por supuesto. Dos días después, mientras le esperaba en la Plaza de Castilla, intentaba calmarse. Tampoco había motivo para estar nerviosa, qué va. Simplemente había quedado con el chico que le gustaba, al que no veía desde hacía casi dos meses, con el malote que seguro que tenía alguna novia por ahí, aunque había resultado que no era tan malote. A los cinco minutos llegó corriendo y pidiendo disculpas. Le puso un paquete envuelto en papel brillante en las manos antes de que ella pudiera decir nada.
-          ¿Y esto qué es? – preguntó sorprendida.

-          Un regalo. Para ti –contestó con timidez.
Una enorme sonrisa iluminó su rostro angelical. Y sin parar de hablar y reír bajaron por la Castellana. 

-          ¿Que Julio y Blanca están saliendo? –comentó extrañado uno de sus amigos.- ¡Si no pegan nada!

-          Al contrario. Están hechos el uno para el otro, aunque no sé si llegarán a darse cuenta –vaticinó otro que conocía bien a ambos.

De aquel grupo, de aquellos cinco universitarios que fueron al bar de moda donde ponían música de Gabinete, a dos de ellos los perdería de vista al cabo de un tiempo. Otros dos seguirían siendo sus amigos muchos años después. Y el quinto… pues seguiría siendo él. Apareciendo y desapareciendo de su vida intermitentemente, como todo lo bueno en esta vida. Porque si te acostumbras a lo bueno a lo mejor no lo valoras ¿no?... ¿o sí?... Quién sabe…
Mayo 2016

viernes, 13 de mayo de 2016

EL TEATRO, OTRA HISTORIA IMPOSIBLE


Comenzó a sentir un sudor frío. La respiración se iba acelerando. De repente se quedó en blanco. Pero no iba a permitir que los nervios estropearan ese momento, su momento. Apretó los puños, miró al frente y se concentró para acompasar la respiración. Una inhalación profunda, seguida de una fuerte exhalación. Cerró los ojos unos instantes y se llevó la mano al corazón. Poco a poco volvía a su ritmo habitual. Abrió los ojos al notar que había alguien a su lado. Alguien que repetía las mismas respiraciones y le sonreía transmitiéndole seguridad. Al girar la cabeza, su mirada se topó con un viejo espejo. Por un momento no se reconoció. Una peluca rubia platino con un elegante recogido, los labios rojos y una suave falda de vuelo. Era ella pero no ella. Estaba a punto de salir al escenario y convertirse en otra persona. De hecho, ya llevaba varios meses conviviendo con Margot, llevando vidas paralelas, abandonando el ritmo frenético habitual cuando se ponía aquella peluca rubio platino. Entonces, ya no era ella, creaba un personaje a su medida y –cómo explicarlo- eran sus momentos más felices. Y sabía que, aunque en ese momento no recordara nada del texto que llevaba trabajando varios meses, en cuanto pisara el escenario, una descarga de adrenalina recorrería su cuerpo y, como por arte de magia, se convertiría en aquella rubia elegante y hablaría y se movería como ella, con seguridad, dejando atrás sus miedos. Como por arte de magia.
Desde que tenía uso de razón había querido ser actriz. Evidentemente, cuando lo planteó en casa sus padres le dijeron sí, claro, cariño. No digas tonterías.
-          No son tonterías, es como me siento más feliz – exclamó.
De nada sirvieron los ruegos y lloros. Y un buen día de octubre se encontró sentada en la última fila de un aula rodeada de gente desconocida. Las primeras semanas en la universidad fueron aburridas. Llegaba, no hablaba con nadie, se sentaba en la última fila y miraba al profesor de turno con cara de estar enfadada con el mundo. Pero aquello era aburrido. Al pasar las semanas, fue trabando relación con esas otras chicas que se reían mucho y atendían poco y también se sentaban atrás. Hasta que un día vio un cartel junto a la puerta de la cafetería, casi oculto por las docenas de papeles que se amontonaban sobre el tablón. Se hacen pruebas para el grupo de teatro universitario.
El corazón le empezó a latir con fuerza… Las pruebas eran el viernes, sólo dos días después… Lo volvió a leer para asegurarse de que tenía la información correcta. Después de dos días muy largos se presentó en el pequeño salón de actos de la universidad. Con timidez asomó la cabeza por la puerta entreabierta. Unos cuantos estudiantes, no muchos, hablaban entre ellos. Avanzó despacio hacia ellos, sin saber muy bien qué hacer hasta que de repente una joven alta y simpática se dirigió a ella. Le pidió el nombre y lo anotó en un cuaderno. Entonces, un hombre algo mayor que el resto, pidió a todos que se sentaran en la primera fila y comenzó a hablar. Ella le escuchaba extasiada. Y feliz. Sabía que por fin había encontrado su sitio.
El viernes siguiente, muchos no volvieron pero los que allí estaban permanecieron juntos durante siete maravillosos años. Compartiendo vivencias con Tennessee Williams, Shakespeare, Moliére, Simon, Alejandro Casona, los Álvarez Quintero, Mihura y tantos otros.
Veinte años después volvía a tener la oportunidad de ponerse la peluca rubia y no lo había dudado. Quizás su vida era muy distinta a cómo la había imaginado en sus años universitarios, sin embargo su pasión por el teatro seguía siendo la misma. Se había entregado una vez más a ese amor imposible. Una respiración profunda más…. Su compañero le cogió la mano, le guiñó un ojo y juntos, con paso seguro, se dirigieron al centro del escenario.
Mayo 2016

domingo, 1 de mayo de 2016

LA FLACA (O ¿AMISTAD ENTRE MUJERES Y HOMBRES II?) Colaboración de José Manuel Ferradas


Cuando mencionan su nombre se me despierta un mohín mientras ladeo mi cara y brota una sonrisa como hablando a la mañana.
 
Yo conocí a la flaca. Y aún la conozco. Y aún sigo descifrando cómo pudieron meter tanto talento en tan espigado espacio.  

En tiempos quise colarme entre los pliegues de sus enaguas. Confundí el camino pero todos sabemos cómo se las gasta el corazón cuando de sentir se trata. Puse sitio a sus murallas y me evadió con la facilidad que aporta la limpieza de su mente clara. Y se fue.  Y compró en los bazares tiempo y metros a los que llamó distancia. Distancia para vivir. Distancia que los dioses me regalaron para que yo pensara. 

Todo es mas fácil cuando ya ha pasado. Tiende a perder emoción pero gana en sentimiento. Siempre consideré que es mas importante, mucho mas importante, querer bien que apasionadamente. Es más veraz. Los pulsos cobran su ritmo y olvidan, puede que definitivamente, los saltos al vacío que generan las explosiones amorosas de los comienzos. 

Ella fue quien me enseñó. Ella me mostró el camino. Con la sutileza firme de sus ojos melancólicos domó las redes que encadenaban mi alma. Y me convirtió, como si nada midiera el peso de mi espalda, en amante de su espíritu. Guardián de su mirada. Hermano de sus sueños. Alumno de sus lamentos. Aprendiz de sus silencios tan cargados de romanzas.  

Aún se ruboriza cuando manifiesto mi eterno amor a su figura. A su leyenda. A su realidad mas perfecta. A ella. A lo que ella representa. Es mi abrazo a esa historia que nació de una contienda. La fruta mas dulce que brotó de un no hasta convertirse en la morada de un si con distinta perspectiva. Cuando un no se convirtió en el inicio de una maravillosa vida de amistad. 

Tomó un tarugo de leña apenas desbrozada. Y pulió cada veta, cada espina que por sus lados colgara. Transformó lo agreste en sutil, lo árido en terciopelo. Supo armarse de paciencia. Aquella que le dice al tiempo que nada es para un instante salvo los trances pequeños. Que el futuro se amasa entre los dedos del hambre que manejan los platos por llenar de sueños. 

Hoy somos amigos. Amigos sin tregua ni añoranza. Amigos sin reloj ni calendario. Y sé que la quiero feliz sin el egoísmo de los celos que todo lo empañan. Que cuando el presente se espacia sigo con la certeza de que su vida es mi casa. Que sus logros son mi premio y sus penas mi reto para consolarlas. 

Y fue capaz de tallarlo con la sola fuerza del agua y el filo cariñoso de una preciosa navaja.

José Manuel Ferradas
Abril 2016