sábado, 20 de mayo de 2017

MILES DE KILÓMETROS NOS SEPARAN


Miles de kilómetros nos separan. Una historia imposible. No sé por qué me sorprendo. Si no fuera así ¿de dónde sacaría la inspiración para escribir? ¿Tengo un imán? Sí, lo tengo. Decididamente. Quizás un psicoanalista diría que busco estas historias a propósito. Que, en el fondo, es una manera de protegerme. Pero no. ¡Ni hablar! Siempre espero que, por una vez, pueda cambiar el título. Historias posibles. No suena nada mal…

Cierro los ojos y te veo, allí al pie de la pequeña iglesia de San Francisco de la Espada. Recuerdo que estaba cansada. Me recosté contra el muro de la vieja misión española, disfrutando del sol. Ya estaba convencida de que había equivocado la hora de la cita, cuando oí voces a lo lejos y abrí los ojos. Y así, de repente, me topé con tu sonrisa de anuncio que me observaba.

Venías con el grupo de arqueólogos, aunque tú no ibas vestido de Indiana Jones. Llevabas una cámara de fotos colgada del cuello. Y, antes de que pudiera reaccionar, empezaste a disparar hacia mí. Me incorporé de un salto y me dirigí a saludar a los miembros del grupo que conocía. Un par de profesores texanos ya entrados en años y una antropóloga mexicana que acompañaban a los arqueólogos. Hasta que me tocó extender la mano hacia ti para presentarme educadamente. Me miraste de una manera… no sé, bueno, el caso es que me miraste, te miré y nos echamos a reír, sin motivo alguno. Y ya no nos separamos durante todo el día. Te reías de lo que llamabas mi fuerte acento español y yo de tus giros mexicanos, algunos incomprensibles para mí.

Al día siguiente, nuestros caminos se separaban con un océano de por medio. Cambiamos nuestros números de teléfono y memorizamos lo poco que sabíamos el uno del otro después de unas horas intensas. Nos abrazamos. Nos abrazamos con fuerza ante la separación inevitable e incomprensible.

Cierro los ojos, como cegada por el recuerdo del cielo azul intenso de San Antonio y el blanco brillante de sus antiguas misiones franciscanas. Y te vuelvo a ver. Y rezo para que no te conviertas en un espejismo en el desierto.



Mayo 2017