Miles de kilómetros nos separan. Una historia imposible. No
sé por qué me sorprendo. Si no fuera así ¿de dónde sacaría la inspiración para
escribir? ¿Tengo un imán? Sí, lo tengo. Decididamente. Quizás un psicoanalista
diría que busco estas historias a propósito. Que, en el fondo, es una manera de
protegerme. Pero no. ¡Ni hablar! Siempre espero que, por una vez, pueda cambiar
el título. Historias posibles. No suena nada mal…
Cierro los ojos y te veo, allí al pie de la pequeña iglesia
de San Francisco de la Espada. Recuerdo que estaba cansada. Me recosté contra
el muro de la vieja misión española, disfrutando del sol. Ya estaba convencida
de que había equivocado la hora de la cita, cuando oí voces a lo lejos y abrí
los ojos. Y así, de repente, me topé con tu sonrisa de anuncio que me
observaba.
Venías con el grupo de arqueólogos, aunque tú no ibas vestido
de Indiana Jones. Llevabas una cámara de fotos colgada del cuello. Y, antes de
que pudiera reaccionar, empezaste a disparar hacia mí. Me incorporé de un salto
y me dirigí a saludar a los miembros del grupo que conocía. Un par de profesores
texanos ya entrados en años y una antropóloga mexicana que acompañaban a los arqueólogos. Hasta que me tocó extender la mano hacia ti para presentarme
educadamente. Me miraste de una manera… no sé, bueno, el caso es que me
miraste, te miré y nos echamos a reír, sin motivo alguno. Y ya no nos separamos
durante todo el día. Te reías de lo que llamabas mi fuerte acento español y yo
de tus giros mexicanos, algunos incomprensibles para mí.
Al día siguiente, nuestros caminos se separaban con un océano
de por medio. Cambiamos nuestros números de teléfono y memorizamos lo poco que sabíamos
el uno del otro después de unas horas intensas. Nos abrazamos. Nos abrazamos con
fuerza ante la separación inevitable e incomprensible.
Cierro los ojos, como cegada por el recuerdo del cielo azul
intenso de San Antonio y el blanco brillante de sus antiguas misiones
franciscanas. Y te vuelvo a ver. Y rezo para que no te conviertas en un
espejismo en el desierto.
Mayo 2017