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Quiero
bailar, bailar y bailar –exclamó dando vueltas por el salón. La joven movía los
brazos arriba y abajo, dejándose acariciar por la luz brillante de aquella fría
mañana de diciembre que se filtraba a través de las ventanas.
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Marta,
para ya –protestó Victoria entre risas-. Pareces una peonza.
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Es
que me siento una peonza.
Marta se acercó a su hermana que estaba sentada en el suelo junto
a un mueble del que asomaban varias cajas entreabiertas. Estaba rodeada de fotos y de muchos papeles. Algunos estaban apilados en pequeños montones y otros estaban
desparramados por el suelo sin ningún orden. Además sujetaba otros entre las
manos.
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¿Se
puede saber qué haces? –preguntó sentándose junto a ella, después de apartar
con un pie un montón de sobres.
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Estoy
buscando la carta de José Antonio, una que escribió a Fernando. Tiene que estar
por aquí –exclamó dejando las cartas que tenía en las manos en otro montoncito.
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¿Qué
carta? –preguntó cogiendo en un acto reflejo un puñado de papeles.
Victoria detuvo un momento su búsqueda, se retiró un mechón
de cabello castaño que le caía sobre la cara y se giró hacia ella.
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Fue
hace unos meses, un año quizás. José le escribió algunas de sus ideas. Ahora
que ha muerto y que Fernando ha desaparecido, tengo miedo de que vengan a
buscar cualquier cosa que tenga relación con él. Y esa carta era importante. Es
parte de su legado –suspiró volviéndose a llevar una mano a la cara esta vez
para detener una lágrima que había comenzado a surcar su rostro.
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José
Antonio muerto… Pero ¿tú crees que es verdad?
Victoria dejó escapar un suspiro hondo.
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Las
noticias que llegan de Alicante son confusas pero eso parece. Fernando y los
demás que intentaron rescatarle han desaparecido y a José lo han fusilado. Y
nosotras estamos aquí sin saber qué va a pasar. Y esta incertidumbre va a
acabar conmigo –exclamó arrugando con fuerza el papel que tenía entre sus
manos.
Marta soltó los papeles y abrazó a su hermana. Durante unos
instantes quedaron las dos en silencio, abrazadas.
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Tu
marido y los otros han desaparecido y yo diciendo que quiero bailar… Pensarás
que soy la persona más frívola del universo. Lo siento… -murmuró apesadumbrada,
deshaciendo el abrazo.
Victoria contempló el rostro de su hermana pequeña, cabizbaja
ahora, con sus ojos azules humedecidos.
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Gracias
a Dios, tienes ganas de bailar. Aportas cordura a esta pesadilla. Me encanta
verte bailar y cómo tus preciosos tirabuzones rojizos se mueven al compás.
Cuando todo esto acabe, te prometo que yo también bailaré.
-
He
quedado esta tarde en el Hispania, con la pandilla, o lo que queda de ella. Pero
no voy a ir. Me quedo aquí contigo buscando esa carta –dijo cogiendo un puñado
de sobres de una de las cajas.
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Pues
claro que vas a ir. Hasta la tarde tenemos tiempo. Te agradezco que me ayudes, entre
las dos iremos más rápido. –Una sonrisa iluminó su rostro-. ¿Sabes? He estado
leyendo algunas de las cartas que me escribió Fernando cuando éramos novios.
-
Quién
iba a decirlo ¿verdad? Que Fernando y tú acabaríais juntos. La descarada de
Araceli no se separaba de él ni a sol ni a sombra. Como una lapa se le pegaba
cada vez que se presentaba en alguna de las reuniones ¿te acuerdas? Y al
principio él no parecía hacerle ascos. Y cuando lo destinaron a África ¿a quién
le escribió? No a ella, no, sino a ti, a
mi hermanita, la más guapa, inteligente y encantadora –exclamó triunfante.
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Jajaja….
Pobre Araceli. Yo creo que sí estaba enamorada de él.
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Qué
va –exclamó a la vez que dejaba los sobres en el montón de papeles descartados
y volvía a meter la mano en una de las cajas-. Lo que pasa es que quería
quedarse con el guapo de la pandilla. Y ni todos sus apellidos sirvieron para
hacerle cambiar de opinión.
-
Al
principio no le respondí… -murmuró.
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Hiciste
bien. No te había dicho ni mú. Mucha miradita y tal pero nada de nada. Siempre
con Araceli al lado. Y de repente recibes esa primera carta. Me acuerdo que me
la leíste y nos reímos juntas.
Victoria comenzó a guardar todos los papeles descartados en
la caja que había quedado vacía. Marta sacó la segunda caja del mueble y la
vació sobre el suelo. Una cascada de papeles y sobres volvió a cubrir el suelo.
Siguieron trabajando un rato en silencio.
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¿De
verdad crees que podrían venir a registrar la casa? Sólo de pensarlo me dan
escalofríos…
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No
lo sé –dijo encogiendo los hombros-. Obviamente, nunca ocultamos nuestra
amistad con José. Pueden pensar que estoy en contacto con Fernando, yo qué sé…
-
Pero
no sabes nada de él.
-
No,
no sé nada. Nadie sabe nada. Pero… te diré que después de releer sus cartas,
algo me dice que está vivo. No sabría explicarte pero lo siento aquí –dijo llevándose
la mano al corazón.
Marta volvió a abrazar a su hermana. Por unos instantes pasó
por su mente el día que su marido le había contado retazos de su descabellado plan.
Y cómo ella, llorando, había golpeado su pecho llamándole loco. «Volveré, nena –le había susurrado al oído-. Cuando desesperes piensa en mí,
intensamente, y sabrás que yo sigo en este mundo y que volveré junto a ti. No
lo olvides».
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Si
tú lo sientes así, es que está vivo. Y Fernando volverá. Después de todo lo que
tuvo que luchar para estar a tu lado, ni todas las Aracelis del mundo podrían
apartarle de tu lado. Sólo tienes que tener paciencia y rezar.
Sonrieron cómplices, se secaron las lágrimas y siguieron revisando
las cartas una tras otra. Una hora más tarde, Victoria se dio por vencida. Se
levantó despacio y sacudió las piernas entumecidas. Tiró del brazo de su
hermana.
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¡Arriba!
Aquí no está. Vamos a comer.
-
¿Y
no hay más sitios de la casa donde pueda estar? Me gustaría mucho leer esa
carta. Yo no tenía tanta amistad como tú pero le echo de menos –susurró con tristeza.
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He
revisado todos los sitios posibles –respondió moviendo la cabeza.
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Mejor
así. Si no la hemos encontrado nosotras, nadie la encontrará… Oye… -se detuvo
unos instantes arrugando la frente-. Estoy pensando… Quizás se la llevó
Fernando. Y por eso no la encontramos. ¿Podría ser?
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Sí,
claro, tienes razón –asintió Victoria-. Sí que podría ser…
Pasaron los meses y los años. Victoria tuvo que abandonar su
casa. La carta nunca apareció. Muchas cosas quedaron atrás para no volver pero el
final de la contienda le devolvió a Fernando.
Noviembre 2019