Nada más verla supo que algo no
iba bien. Ella le observaba con la cabeza ladeada y cuando sus miradas se
cruzaban, entornaba los ojos y ladeaba todavía más la cabeza. Cuando hacía eso,
era la señal inequívoca de que algo no marchaba bien, de que estaba enfadada. «Pero
¿qué he hecho mal?» pensó. Revisó mentalmente la cena de hacía un par de días, cuando
se habían visto por última vez. No recordaba nada raro, ningún momento de tensión.
Sin embargo, ahora sí había tensión. Cuando ella le miraba así, era imposible
no ponerse nervioso.
Se armó de valor.
-
¿Qué tal el día?
Ella le clavó la mirada.
-
Bien.- Silencio.- ¿Y tú?
-
Pues
mira, no muy bien la verdad. ¿Te acuerdas del tipo ese que me tenía que mandar hoy
la grabación para ver si la incluíamos en el nuevo disco? Pues todo el día esperando
y no ha dado señales de vida…- y continuó hablando sin parar, casi sin coger
aire, como hacía siempre que ella le intimidaba con su mirada. Hasta que le
interrumpió bruscamente.
-
Pero ¿tú te estás oyendo? –Él se apresuró a
cerrar la boca en mitad de una frase-. Hace un día precioso, tienes un trabajo interesante, disfrutas de
buena salud… y todo lo que se te ocurre contarme es una batallita que parece
que se acaba el mundo por una chorrada. Pues si el pianista no te ha mandado hoy
la grabación, te la mandará el lunes, hombre. ¡Es que eres un negativo! ¿Pero
tú qué quieres de la vida?
Ella se levantó de un salto y se
fue a la mesa, donde estaba apoyado su bolso. Empezó a rebuscar hasta que, con
un gesto nervioso, le dio la vuelta y lo vació. Por fin encontró el paquete de cigarrillos.
Sacó uno, se lo llevó a los labios y siguió revolviendo hasta dar con el
mechero. Abrió la ventana y se asomó para evitar que el humo entrara en el
salón de un no fumador. Su cuerpo esbelto y su melena clara le daban la
espalda. Él la observaba atónito. No era habitual que explotara de aquella
manera. Pero le había hecho una pregunta
que esperaba respuesta.
-
¿Qué quiero de la vida? Vaya, así que hoy tenemos
el día profundo –pero cortó rápidamente el intento de broma bajo su mirada fulminante.-
No entiendo nada… ¿qué te pasa, cielo?
-
¡No me llames cielo!
-
Es cariñoso
-
¡Es empalagoso!
Él respiró profundamente.
-
A ver, Carmen… ¿Qué te pasa?
-
No me pasa nada. Sólo quiero saber qué esperas
de la vida- dijo ya más tranquilamente, a la vez que exhalaba el humo por la
ventana abierta.
-
¿Y a qué viene esa pregunta? Hace tiempo que nos
conocemos, deberías saberlo ¿no? Quiero decir, tú me conoces bien.
-
Hace tiempo… ya… A ver ¿cuánto tiempo llevamos
juntos? –preguntó entornando los ojos y ladeando la cabeza otra vez.
-
Pues…. Dos años, más o menos.-Rápidamente empezó
a repasar hacia atrás el tiempo que llevaban juntos.- Sí… dos años.
Ella le miró desafiante, como si
no hubiera dado la respuesta correcta.
-
Dos años y cinco meses, más bien – respondió triunfante,
con cara de decir, ¿ves? Si es que no te enteras.
-
Bueno, sí, eso quería decir, dos años y pico.
-
¿Y qué hemos construido en este tiempo? ¿Eh?
¿Qué?
-
¿Se supone que esperas una respuesta?
-
Mira, cielo
–dijo como restregándole la palabra- si no eres capaz de mantener una
conversación de adulto me voy. Apagó la colilla, la lanzó por la ventana y
recogió el bolso.
Él se puso en pie, cortándole el
paso.
-
¿A dónde vas?
-
Me voy a mi casa
-
Pero ¿por qué? ¿Me puedes explicar qué bicho te
ha picado?
Ella tardó unos segundos en
contestar.
-
Quizás no esté siendo justa, quizás esté descargando
en ti quién sabe qué frustraciones ocultas, no lo sé… pero creo que deberíamos dejar
de vernos… un tiempo al menos. ¡Y no me mires así, por favor!
-
No sé mirarte de otra manera –respondió él con
tristeza.- ¿Qué quiero de la vida? Pues…. Seguir disfrutando de buena salud y
seguir con mi maravilloso trabajo en la música, a pesar de que haya pianistas
idiotas que me estresen de vez en cuando. Que mis padres vivan todavía muchos
años, que mis amigos lo sigan siendo dentro de mucho tiempo…
-
¿Eso es todo? –preguntó con voz débil.
-
Tú me conoces, sabes que no soy un hombre excesivamente
ambicioso, no quiero ser un superhéroe… ¿Sabes lo que más quiero de todo?
Seguir a tu lado, que tú sigas a mi lado.
Ella se sentó. Permaneció un par
de minutos en silencio hasta que volvió a hablar, lentamente, como pensando
cada una de sus palabras.
-
El mundo está mal. Miro alrededor y el mundo se
desmorona. No quiero que haya tanto sufrimiento, no quiero que los sirios
tengan que abandonar sus hogares, que persigan
con saña a los pocos cristianos que quedan en Irak, que los niños se
ahoguen intentando huir de la barbarie, que unos fanáticos degüellen a un
sacerdote anciano porque sí, que vivamos con miedo, que esos malnacidos
intenten destruir nuestro mundo. Un Occidente con sus defectos, sí, pero en el
que se vive con libertad. La libertad es el bien más precioso. Ya los judíos
antiguos huyeron de Egipto y se alejaron de las costumbres sangrientas orientales,
ya los griegos lucharon por defender su libertad frente a Persia, los romanos
se unieron a los bárbaros para derrotar a Atila, Europa se alzó frente al abuso
y la muerte sembradas por Napoleón y luego se rebeló ante el exterminio nazi…
El mundo se desmorona… No quiero que el mal destruya al bien. ¿Qué estamos
haciendo nosotros para evitarlo? –Apoyó la cabeza en las manos, mostrando su
fragilidad.
Él se sentó entonces a su lado y
le cogió las manos con cariño.
-
Carmen, te lo he dicho, no soy un superhéroe. No
puedo frenar a los malos con mis manos. Pero recuerda… Los judíos lograron huir
de Egipto y crearon la primera religión monoteísta, dando una nueva dignidad al
hombre y a la mujer, creados a imagen y semejanza de Dios. Grecia, con un pequeño
ejército de hombres libres consiguió derrotar a un gran ejército de esclavos
persas. Roma y los bárbaros vencieron a Atila y la hierba volvió a crecer. Napoleón,
el que se había creído el dueño del mundo, murió solo en la isla de Santa Elena. Y
Hitler se suicidó cuando sus seguidores abrieron los ojos y le abandonaron. Sí,
de acuerdo, todos ellos causaron mucho mal y se llevaron muchas vidas por delante.
La victoria se consiguió después de mucho sufrimiento pero ¿te das cuenta? Al final,
el bien vence al mal. Y siempre será así.
Ella le miró con una mirada nueva
y se dejó abrazar, apoyando confiada su cabeza.
-
No te puedo prometer que consiga matar a todos
los dragones que se crucen a nuestro paso, pero lo intentaré.
-
Y yo te ayudaré –respondió sonriente.- Sí,
tienes razón. Al final los buenos siempre ganan y los malos se van al carajo.