- Estás enfadada –dijo él, más afirmando que preguntando
Ella siguió mirando por la ventana, con los ojos fijos en las
luces de la calle, como si no le hubiera oído. Se acercó más a ella, alargándole
una de las dos copas de cava. Ella la cogió sin retirar la mirada de la ventana,
como si lo que estuviera observando necesitara toda su atención.
-
Fíjate,
es cava. Del que te gusta.
Se llevó la copa a los labios. Por un instante cerró los
ojos. Deseaba estar muy lejos de allí, de las luces, de la música que sonaba a
todo volumen, de las risas que oía a sus espaldas.
-
Raquel,
mujer, dime algo por favor.
Lentamente dio otro trago del cava, saboreando cada gota.
Elevó la copa y a través de ella le miró. Su imagen se veía un tanto deformada.
A través del cristal distinguía su cabello oscuro y el cuello de la camisa de
rayas. Por fin se decidió a hablar.
-
No
sé qué tienes que hablar con ella. ¿Te has emocionado al verla? –preguntó con
desdén.
-
No,
si ya me imaginaba que era eso…
-
Claro,
siempre has destacado por tu perspicacia.
-
A
ver, ahora no te pongas borde. No sabía que iba a venir. Además ¿qué se supone
que debía hacer? Si me la encuentro de repente en una fiesta, la tenía que
saludar, no podía hacer otra cosa.
-
¿Que
no me ponga borde? A ver, una cosa es saludar. Otra es que te quedes hablando
con tu ex quince minutos, mientras estoy aquí esperándote, en una fiesta en la
que no conozco a nadie. Que yo he venido para acompañarte, no para que me dejes
plantada.
-
Estás
sacando las cosas de quicio.
-
¿Ah
sí? ¿Te parece?
-
Pues
sí, me parece. ¿Sabes que pienso? Que es inseguridad. Porque si estuvieras
segura de ti misma no te importaría que yo hablara con otras mujeres y si te
quedas sola unos minutos deberías ser capaz de relacionarte con otras personas.
Ella le miró fijamente, muy seria. La verdad es que quizás en
el fondo, muy en el fondo, claro, podría tener algo de razón. Pero si la
persona con la que estás no te permite tener esa seguridad, entonces puede que
no sea la persona adecuada ¿no? Se habían conocido unos meses antes. Por
primera vez en mucho tiempo había decidido salir de su caparazón. Sus amigas
siempre le recriminaban que no diera oportunidades. Así que había decidido
arriesgarse y eso había hecho, aunque empezaba a darse cuenta de que no había
sido la decisión correcta.
-
Por
las oportunidades perdidas –dijo elevando su copa y haciéndola chocar suavemente
con la de él.
-
¿Eso
a qué viene? –preguntó extrañado.
-
Tú
no has leído a Jane Austen ¿verdad?
Él entornó los ojos. La miró como quien mira a un marciano.
-
¿Jane
qué? Me suena…. Ah sí, vi una vez una película. Pero era una película de chicas
–dijo riéndose.
-
Entonces
no conoces al señor Darcy, claro. Y no, no es una película de chicas –respondió
tajante sacudiendo la cabeza-. No, claro que no. ¿Cómo lo ibas a conocer?
-
¿Te
han dicho alguna vez que eres un poco rara? –preguntó a la vez que apuraba la
copa y miraba alrededor.
Raquel suspiró. Si empiezan a mirar alrededor es que la conversación
ya no interesa y está buscando una salida.
-
Mira,
ahí están Jorge y Natalia –dijo a la vez que levantaba el brazo, disimulando el
alivio que sentía en esos momentos-. Te los voy a presentar.-Y se fue hacia
donde estaban sus amigos, abriéndose paso entre los invitados.
Ella comenzó a seguirle con desgana pero cambió de opinión y
se encaminó hacia la mesa en busca de más cava. La mesa alargada, cubierta por
un mantel blanco, era como un escaparate en el que estaban expuestas todas las
bebidas imaginables. En un extremo había un par de hieleras plateadas, de las
que asomaban botellas de cava. Tiró de una de ellas y sonrió sorprendida.
-
Vaya,
cava rosado. Me encanta –exclamó a la vez que la sacaba para servirse.
-
¿Me
permites?
Giró la cabeza hacia el dueño de la voz, que cogió la botella
de sus manos.
-
No
es fácil encontrar cava rosado ¿verdad? –comentó a la vez que le llenaba la
copa-. Por tu comentario deduzco que te gusta.
-
Sí,
y veo que a ti también –dijo señalando la copa que él había dejado sobre la
mesa.
-
Sí,
la verdad es que sí –sonrió-. Uno que tiene gustos raritos. Bueno, no… o sea,
perdón, quiero decir…
-
Jajaja….
Dejémoslo en originales. Por cierto, no sabrás quién es el señor Darcy ¿verdad?
-
Sí,
claro que sé quién es.
Raquel empezó a mirar con desconfianza alrededor.
-
¿Qué
pasa? ¿Hay por aquí una cámara oculta o qué? –preguntó a la vez que se retiraba
nerviosa el flequillo que le caía sobre sus ojos verdes.
-
¿Por
qué dices eso?
-
¿Por
qué sabes quién es el señor Darcy?
Él sonrió un tanto azorado y carraspeó antes de contestar.
-
Bueno,
verás, no tiene mucho mérito. Estudié literatura inglesa.
Raquel asintió con la cabeza sin saber qué decir.
-
¿Qué
te parece si brindamos? –preguntó él levantando su copa.
-
¿Y
por qué brindamos?
-
Elige
tú.
-
Y
si te digo que por las oportunidades perdidas, ¿qué dirías?
-
Tendría
mucho que decir. Es mi especialidad –y bajando la mirada se llevó la copa a los
labios. Tras unos instantes de silencio, siguió hablando-. Eres la novia de
Fernando ¿verdad?
Raquel siguió su mirada. Allí estaba Fernando en medio de un
grupo, acaparando la atención de todos. Estaría contando una de sus historias
graciosas que tan bien se le daba. Se le veía disfrutando en medio de la multitud.
No se parecían en nada, pensó mirándolo con cariño. Negó con la cabeza.
-
No,
no soy su novia.
-
Pues
brindemos por eso también.
Octubre 2017