sábado, 21 de octubre de 2017

COPAS DE CAVA ROSADO


-          Estás enfadada –dijo él, más afirmando que preguntando

Ella siguió mirando por la ventana, con los ojos fijos en las luces de la calle, como si no le hubiera oído. Se acercó más a ella, alargándole una de las dos copas de cava. Ella la cogió sin retirar la mirada de la ventana, como si lo que estuviera observando necesitara toda su atención.

-          Fíjate, es cava. Del que te gusta.

Se llevó la copa a los labios. Por un instante cerró los ojos. Deseaba estar muy lejos de allí, de las luces, de la música que sonaba a todo volumen, de las risas que oía a sus espaldas.

-          Raquel, mujer, dime algo por favor.

Lentamente dio otro trago del cava, saboreando cada gota. Elevó la copa y a través de ella le miró. Su imagen se veía un tanto deformada. A través del cristal distinguía su cabello oscuro y el cuello de la camisa de rayas. Por fin se decidió a hablar.

-          No sé qué tienes que hablar con ella. ¿Te has emocionado al verla? –preguntó con desdén.

-          No, si ya me imaginaba que era eso…

-          Claro, siempre has destacado por tu perspicacia.

-          A ver, ahora no te pongas borde. No sabía que iba a venir. Además ¿qué se supone que debía hacer? Si me la encuentro de repente en una fiesta, la tenía que saludar, no podía hacer otra cosa.

-          ¿Que no me ponga borde? A ver, una cosa es saludar. Otra es que te quedes hablando con tu ex quince minutos, mientras estoy aquí esperándote, en una fiesta en la que no conozco a nadie. Que yo he venido para acompañarte, no para que me dejes plantada.

-          Estás sacando las cosas de quicio.

-          ¿Ah sí? ¿Te parece?

-          Pues sí, me parece. ¿Sabes que pienso? Que es inseguridad. Porque si estuvieras segura de ti misma no te importaría que yo hablara con otras mujeres y si te quedas sola unos minutos deberías ser capaz de relacionarte con otras personas.

Ella le miró fijamente, muy seria. La verdad es que quizás en el fondo, muy en el fondo, claro, podría tener algo de razón. Pero si la persona con la que estás no te permite tener esa seguridad, entonces puede que no sea la persona adecuada ¿no? Se habían conocido unos meses antes. Por primera vez en mucho tiempo había decidido salir de su caparazón. Sus amigas siempre le recriminaban que no diera oportunidades. Así que había decidido arriesgarse y eso había hecho, aunque empezaba a darse cuenta de que no había sido la decisión correcta.

-          Por las oportunidades perdidas –dijo elevando su copa y haciéndola chocar suavemente con la de él.

-          ¿Eso a qué viene? –preguntó extrañado.

-          Tú no has leído a Jane Austen ¿verdad?

Él entornó los ojos. La miró como quien mira a un marciano.

-          ¿Jane qué? Me suena…. Ah sí, vi una vez una película. Pero era una película de chicas –dijo riéndose.

-          Entonces no conoces al señor Darcy, claro. Y no, no es una película de chicas –respondió tajante sacudiendo la cabeza-. No, claro que no. ¿Cómo lo ibas a conocer?

-          ¿Te han dicho alguna vez que eres un poco rara? –preguntó a la vez que apuraba la copa y miraba alrededor.

Raquel suspiró. Si empiezan a mirar alrededor es que la conversación ya no interesa y está buscando una salida.

-          Mira, ahí están Jorge y Natalia –dijo a la vez que levantaba el brazo, disimulando el alivio que sentía en esos momentos-. Te los voy a presentar.-Y se fue hacia donde estaban sus amigos, abriéndose paso entre los invitados.

Ella comenzó a seguirle con desgana pero cambió de opinión y se encaminó hacia la mesa en busca de más cava. La mesa alargada, cubierta por un mantel blanco, era como un escaparate en el que estaban expuestas todas las bebidas imaginables. En un extremo había un par de hieleras plateadas, de las que asomaban botellas de cava. Tiró de una de ellas y sonrió sorprendida.

-          Vaya, cava rosado. Me encanta –exclamó a la vez que la sacaba para servirse.

-          ¿Me permites?

Giró la cabeza hacia el dueño de la voz, que cogió la botella de sus manos.

-          No es fácil encontrar cava rosado ¿verdad? –comentó a la vez que le llenaba la copa-. Por tu comentario deduzco que te gusta.

-          Sí, y veo que a ti también –dijo señalando la copa que él había dejado sobre la mesa.

-          Sí, la verdad es que sí –sonrió-. Uno que tiene gustos raritos. Bueno, no… o sea, perdón, quiero decir…

-          Jajaja…. Dejémoslo en originales. Por cierto, no sabrás quién es el señor Darcy ¿verdad?

-          Sí, claro que sé quién es.

Raquel empezó a mirar con desconfianza alrededor.

-          ¿Qué pasa? ¿Hay por aquí una cámara oculta o qué? –preguntó a la vez que se retiraba nerviosa el flequillo que le caía sobre sus ojos verdes.

-          ¿Por qué dices eso?

-          ¿Por qué sabes quién es el señor Darcy?

Él sonrió un tanto azorado y carraspeó antes de contestar.

-          Bueno, verás, no tiene mucho mérito. Estudié literatura inglesa.

Raquel asintió con la cabeza sin saber qué decir.

-          ¿Qué te parece si brindamos? –preguntó él levantando su copa.

-          ¿Y por qué brindamos?

-          Elige tú.

-          Y si te digo que por las oportunidades perdidas, ¿qué dirías?

-          Tendría mucho que decir. Es mi especialidad –y bajando la mirada se llevó la copa a los labios. Tras unos instantes de silencio, siguió hablando-. Eres la novia de Fernando ¿verdad?

Raquel siguió su mirada. Allí estaba Fernando en medio de un grupo, acaparando la atención de todos. Estaría contando una de sus historias graciosas que tan bien se le daba. Se le veía disfrutando en medio de la multitud. No se parecían en nada, pensó mirándolo con cariño. Negó con la cabeza.

-          No, no soy su novia.

-          Pues brindemos por eso también.

Octubre 2017

sábado, 7 de octubre de 2017

MIS BANDERAS


Otro viernes más me siento delante del ordenador. Las historias se agolpan en mi cabeza y me piden que las deje salir. Yo, obediente, empiezo a mover mis dedos por el teclado para dar forma a esas historias. Así nos liberamos, mis historias y yo, y todas tan contentas. Me gusta escribir relatos amables, románticos, nostálgicos y surrealistas. Sin embargo, hoy el tono es diferente. Intento escribir una historia divertida, de esas con las que me río yo sola mientras escribo y hacen que me lo pase tan bien que no necesito a nadie más en mi fiesta. Pero hoy mis historias no me hacen reír. Y en mi cabeza se repite machaconamente la palabra Cataluña… una y otra vez. Y no quiero escribir sobre la situación en mi tierra porque me duele. Sin embargo, las otras historias se quedan en un segundo plano, escondidas en algún recoveco de mi cabeza, quizás para otra ocasión. Hoy no quieren salir. Y hasta ahora siempre habían salido con facilidad. Hoy me cuesta escribir. ¿Qué está pasando? 
Y aquí me encuentro escribiendo sobre ¿una historia imposible? ¿Es imposible acaso una historia de amor y entendimiento entre Cataluña y el resto de España? Yo espero sinceramente que no sea así. Me ha llamado la atención que mucha gente me haya pedido mi opinión esta semana. Me han preguntado con respeto e interés. Curiosamente, después de haber hablado sobre las dificultades que a veces ha supuesto ser catalana y vivir en Madrid, estos últimos días me he sentido muy apoyada y respetada. Más que nunca. Y eso me ha hecho creer en que la de Cataluña y España no es una historia imposible.
Yo soy la primera que me he llegado a cabrear profundamente ante la incomprensión de algunos de que se puede ser española desde mi condición de catalana. Recalco lo de algunos. Que no quiere decir lo mismo que todos. Aclaro para evitar confusiones. Y, gracias a Dios, parece que eso ahora ya se entiende por aquí, por Madrid, quiero decir. Sin embargo, algunos de mis paisanos son los que ahora no lo entienden. Algunos han sembrado el odio y han soltado jaurías de radicales por las calles de mi tierra. Repito, de mi tierra. No quiero creer que Cataluña y España se conviertan en las protagonistas de una de mis historias imposibles. Me resisto a creerlo. 
Buceo por internet y sonrío cuando veo mi senyera ondeando al lado de mi rojigualda. Pero ¿no os dais cuenta? Vivimos en Occidente, en libertad, hemos conseguido un incomparable estado de bienestar. ¿Qué no nos gusta todo? Normal, no podemos estar todos de acuerdo con todo. Seamos relistas, maduremos, no existe el sistema perfecto pero ¿no os dais cuenta? Mira alrededor, solo unos minutos. Al final, todos nos emocionamos con las mismas cosas, reímos con las mismas ocurrencias, nos gustan las mismas películas, bailamos al ritmo de la misma música y nos enternecemos de la misma manera ante la sonrisa de un niño. ¿No os dais cuenta? Todos queremos vivir en paz, encontrar un amor, besar a nuestros hijos, salir con nuestros amigos, celebrar la Navidad en familia, terminar de pagar la hipoteca y tener un trabajo. ¿Acaso no os dais cuenta?
Espero que las historias que pugnen por salir de mi cabeza la semana que viene me hagan reír otra vez. Quiero volver a la ficción y a las historias imposibles de verdad.  

Octubre 2017