viernes, 26 de junio de 2020

LA CULPA DE LLAMARSE JUNÍPERO, CRISTÓBAL O MIGUEL. UN POCO DE HISTORIA






En septiembre de 2015, el papa Francisco canonizó a fray Junípero Serra con ocasión de su viaje a Estados unidos. Ya entonces surgieron algunas voces discrepantes que pretendían eliminar su huella en California, en nombre de no se sabe qué simbolismo de opresión. El franciscano, además de predicar, defendió los derechos de los indios, tal y como se relata en la biografía que escribió fray Francisco Palou, otro mallorquín que le acompañó hasta California. Sin embargo, algunos estadounidenses desconocen su propia historia y no parece que tengan mucho interés en salir de su ignorancia. Igual que algunos españoles. La ignorancia no entiende de nacionalidades.

Los primeros estudios sobre la historia española en la frontera sur de Estados Unidos datan de principios del siglo XX. En 1917 Herbert Bolton publicó un artículo en el que mostraba la importancia de las raíces españolas en la historia de Estados Unidos. Aun así, algunos historiadores siguieron obviando la evidencia y defendiendo una fundación exclusivamente anglosajona. En cualquier caso, Bolton creó escuela y son numerosos los trabajos que hoy en día se siguen publicando sobre las fronteras españolas.

Existen varias estatuas de San Junípero. Hay una incluso en el Capitolio de Washington, que representa al estado de California. Junto a él destaca también la estatua del padre Eusebio Kino, un jesuita italiano que en 1687 evangelizó Arizona, en la frontera norte de Nueva España, y fue un gran defensor de los pimas, sus habitantes. Antes de llegar al que sería su destino definitivo, Kino había fundado las primeras misiones en la actual Baja California. Además había dibujado los primeros mapas correctos de la zona –era cartógrafo- demostrando que se trataba de una península, y no una isla, como era creencia generalizada. De hecho, gran parte de las cuarenta expediciones que llevó a cabo por la Pimería –la tierra incógnita que se extendía al norte de la provincia de Sonora- tuvo como objetivo demostrar que era península y localizar, por tanto, el paso por tierra que debía conectar las misiones de California y la Pimería. Estas exploraciones quedaron recogidas en su diario, Favores celestiales. Muchos años más tarde, tras la expulsión de la Compañía de Jesús, San Junípero fue fundando misiones hacia el norte de California, continuando así la labor iniciada por Kino y un puñado de jesuitas.

Carece de sentido, por tanto, derribar la estatua de San Junípero, como tampoco la tiene derribar las de Colón, Juan de Oñate o Cervantes. Nada tienen que ver con el racismo. Juzgar el pasado con criterios del siglo XXI sólo puede llevar a error. ¿Destruimos el Coliseo romano o las pirámides –egipcias o mexicanas- como símbolos de gobiernos totalitarios y opresores?

Estas líneas pretender ser tan sólo un breve apunte histórico. No vamos a entrar a profundizar en temas obvios como el mestizaje –existente en la América española y no en la anglosajona, con cifras objetivas que hablan por sí solas-, las leyes de segregación racial –anglosajonas exclusivamente-, o la deslegitimación que trae consigo la violencia. No se trata de decir que unos fueron buenísimos y otros malísimos, porque no sería un argumento científico. Se trata de tener un mínimo sentido común y de construir, no de destruir con argumentos falaces. 

Resulta sorprendente que se pueda echar la culpa a Colón de problemas estructurales actuales de la sociedad estadounidense. Todavía resulta más sorprendente que una turba violenta haga suyos argumentos inventados. La Historia es la que es.


«La verdad os hará libres» (Juan 8:31).
                                                                                                                                                             Junio 2020