sábado, 28 de enero de 2017

COSAS QUE HE LEÍDO


Desde hace unos días me he topado en la prensa en varias ocasiones con un palabro nuevo, de esos políticamente correctos que de repente hacen furor. No se sabe por qué, todo el mundo lo empieza a usar y si no lo haces parece que eres de otra galaxia. Zona segura. Que ustedes dirán «pues no es un palabro nuevo». Y así de primeras no lo parece. Pero se engañan. Porque lo que sí es nuevo es el enorme contenido que ocultan dos simples palabritas. Con zona segura se refieren ahora algunas universidades de Estados Unidos y el Reino Unido a un espacio que se reserva a ser muuuuy políticamente correcto. Donde debes medir muy bien tus palabras antes de abrir la boca, porque todo lo que digas puede ser usado en tu contra. Un estrés, vamos. Pues por lo visto son espacios en las universidades donde se pretende que los gays y transexuales estén tranquilos y nadie se meta con ellos. Y yo me pregunto, sorprendida, ¿pero de verdad eso pasa? ¿Es necesario habilitar espacios especiales?

Por lo visto, varias universidades españolas están recibiendo un cuestionario de algunas universidades yanquis en las que preguntan si la institución tiene habilitadas zonas seguras, baños para transexuales, baños mixtos y demás chorradas. Yo trabajo en una universidad y puedo asegurar que no se discrimina a nadie por su sexo, raza, religión o creencias. Y me cuesta imaginar que no sea igual en cualquier universidad europea. Vale que siempre hay algún cafre pero ¿de verdad es necesario llevar tatuado en la frente a quién quieres o dejas de querer?

También leo que en un instituto de Filosofía y estudios orientales de una universidad de Londres un grupo de alumnos ha solicitado que se elimine del temario a los filósofos blancos, porque es discriminador. O sea, que Sócrates, Platón, Aristóteles y demás amigos son una panda de indeseables y no tienen nada que contarnos. Yo me empecé a reír cuando lo leí. Y casi acabo llorando cuando la noticia termina diciendo que lo están estudiando. No puede ser… vuelvo a leer… pues parece que puede ser… Pero ¿nos hemos vuelto locos?

Reflexionando perpleja sobre estos temas que parece que el sol deba girar en torno a ellos para evitar un cataclismo mundial, comienzo a perder mi paz interior. Menos mal que, providencialmente, cae en mis manos un artículo de Enrique Rojas titulado «Cómo potenciar la inteligencia». Ni qué decir tiene que me lo leo de cabo a rabo y mi paz interior se va reequilibrando poco a poco. Y ya terminamos de solucionarlo con la lectura de otro artículo, «El síndrome de Afrodita».

Reproduzco a continuación un párrafo:

«¿Qué es lo que sugiero? Que esa mujer, viendo cómo están las cosas y siendo realista, plantee su vida al margen de la posibilidad de encontrar un hombre, centrándose en su trabajo, en la amistad, en la cultura, en la espiritualidad… que deje de ser una prioridad encontrar un hombre, ya que eso puede convertirse en obsesivo y esto puede destruir a una mujer. Es una pena que hablar así, pero son los tiempos que corren, es un signo de nuestros días».

¿Una pena?... ¡Qué pena! Paz interior recuperada casi al cien por cien. Me leo el pasaje del Evangelio de hoy, las bienaventuranzas, y ahora… ¡sí!! Paz interior recuperada al cien por cien. ¡Prueba superada!



Enero 2017