De repente lo vi claro. Como un puñetazo, la luz atravesó a
la velocidad del rayo el túnel oscuro de mi mente. Claro meridiano. Empezaba a
despertar del estado de letargo en que parecía haberme sumido los últimos
meses.
-
Eres
un cabrón –le dije sin elevar el tono de voz, regodeándome en cada una de las
letras.
Sólo digo
tacos cuando conduzco pero esto se había convertido en una carrera de
obstáculos. Instintivamente se echó hacia atrás, como si el puñetazo le hubiera
alcanzado a él también. Inclinó la cabeza y entonces lo dijo, la frase de la
noche.
-
Sí,
soy un cabrón, pero un cabrón enamorado.
Solté una carcajada, dura y cruel.
-
¿Un
cabrón enamorado? Por favor, ahórrame el momento telenovela barata, te lo
ruego.
Intentó cogerme de las manos pero yo fui más rápida. Mis
manos parecían tener vida propia y se retiraron con rapidez antes de que mi
cerebro pudiera ordenárselo. Fue como si me amenazara una descarga eléctrica.
-
¿Un
cabrón enamorado? Parece el título de un corrido mexicano –escupí mis palabras.
-
Por
favor, no te burles. Es la verdad. Pensaba que podía manejar la situación pero…
-
¿Pero
qué? –le interrumpí-. ¿Pensabas seguir conmigo mientras tu mujer está embarazada?
Me habías dicho que tu matrimonio estaba acabado y la dejas embarazada –callé
unos instantes para sacudir la cabeza con incredulidad-. Eres un cabrón. Un cabrón
vulgar, sin más.
Los dos seguíamos en pie allí, bajo esa farola que iluminaba
débilmente las sombras que habían ido ocupando poco a poco la calle sin que nos
diéramos cuenta.
-
Yo
te quiero. Te juro que te quiero. No había pensado que esto pudiera suceder.
-
¿Ah
no? ¿Te tengo que explicar cómo se ha quedado embarazada tu mujer o qué?
-
Por
favor, te lo pido, no seas irónica. Te lo he contado porque estoy intentado
ver, bueno… que veamos entre los dos qué tenemos que hacer. Yo quiero seguir
contigo. Yo sólo sé que a quien quiero es a ti –esto lo dijo mirándome a los
ojos. ¡Atreviéndose a mirarme a los ojos!
-
Mira,
guapo. Se acabó. Obviamente. Así que deja de decir tonterías de que me quieres
porque no sabes lo que es eso. ¡No tienes ni puta idea! –otro taco…. Creo que
justificado.
Me pasé la mano por el pelo. A pesar de que la noche era
fresca, estaba empezando a sudar. Mi corazón iba a mil revoluciones. No me lo
podía creer. Cuando empezó nuestra historia, unos meses atrás, hacía casi un
año, yo sabía que estaba casado. Y sabía que aquello no estaba bien. Pero
durante los meses en que fuimos amigos, me hablaba de un matrimonio roto y yo,
como una idiota, le creí. Pensaba que a mí no me iba pasar eso de que te lías
con un casado y resulta que está jugando contigo. No podía ser verdad. Aquello
parecía una escena de telenovela cutre.
-
Te
quiero. ¡Tienes que creerme! Te quiero con desesperación, tanto que a veces
duele –exclamó con voz entrecortada.
Noté con horror que mi mandíbula empezaba a temblar. Volví a
pasarme la mano por el pelo. Le miré por última vez y eché a correr calle
abajo. No me di la vuelta pero, mientras me alejaba, escuché sus sollozos que
se mezclaban con los míos. Mis ojos cegados por las lágrimas me hicieron
tropezar un par de veces. No sé cómo conseguí llegar al coche. Abrí la puerta,
la cerré con rabia y dejé caer la cabeza sobre el volante, mientras todo mi
cuerpo temblaba. Tardé un buen rato en recuperar la calma. Entonces puse el
coche en marcha y pisé el acelerador con furia.
Me eliminó del Facebook. El muy capullo lo hizo antes de que
a mí se me ocurriera. Han pasado cinco años desde aquella escenita tremebunda. El
tiempo todo lo cura, gracias a Dios. Y hoy… ¡me ha llamado! Así de repente. Sin
ninguna señal de preaviso. Un domingo por la tarde, estoy tranquila en mi casa,
desperezándome de una maravillosa siesta de verano y el móvil ha vibrado. O
sea, no me ha llamado. Me ha mandado un wasap. Estaba con un amigo común y se
ha armado de valor.
Pero lo tengo claro. No voy a volver a verle. No, de ninguna
de las maneras. Porque me ha encantado saber de él. Hemos estado charlando casi
una hora. Como si fuéramos viejos amigos. Creo que en el fondo lo somos… compartimos
tantas cosas y momentos tan felices. Supongo que nos montamos los dos una película
de ciencia ficción y quisimos huir de la realidad. Quiero que siga en el pasado
y allí se va a quedar. Sin embargo, una sonrisa involuntaria me ilumina la cara.
Ha conseguido que una aburrida tarde de domingo se convierta en una telenovela.
Y siempre me gustaron las telenovelas. Lo confieso.
Julio 2018