«Sin ti no soy nada»…. subo el volumen de la radio. Piso
el acelerador y me vengo arriba cantando con Amaral.
«Los días que pasan
Las luces del alba
Mi alma, mi cuerpo, mi voz
No sirven de nada
Porque yo sin ti no soy nada».
De repente interiorizo las palabras. Levanto el pie. ¿Cómo
que sin ti no soy nada? Sí, hombre. Faltaría más. Vale, de cuerdo. Lo confieso.
También yo alguna vez he sentido esas puñeteras mariposas en el estómago que
parece que no te dejan ni respirar. Te duele el estómago y el causante a por
uvas. Si él supiera… Pero claro, la vida no es un cuento de Disney y, por
suerte, las mariposas van desapareciendo. Y vuelves a respirar con normalidad.
Cambio de emisora.
«Agua que no bebas,
penas y tristezas déjalas correr.
No vale la pena cuando no te quieren llorar un
querer».
Esta me gusta más. A ver. A estas alturas de la vida no me
voy a poner la camiseta de que todas deberíamos ser feministas, no. Pero ¿sin
ti no soy nada? Tampoco. A pesar de ti, soy todo. Y seguro que muchas de las
feministas esas también alguna vez se sintieron una princesa de Disney. Y seguro
que muchos de los machitos que pululan nuestra geografía vital alguna vez sintieron
que se les cortaba la respiración cuando ella se dignaba a mirarles. Y en ese
momento, no pudieron evitar lanzar un
suspiro entrecortado.
Sigo conduciendo. La emisora empieza a perderse y toco el
mando buscando otra. Entonces me asalta una pregunta para la que no tengo respuesta.
¿Ellos también sienten mariposas en el estómago? Ni idea. ¿Seremos iguales en
eso? ¿O no? Mi escaso conocimiento de la mentalidad masculina no llega a tanto.
Empieza a oscurecer y piso el acelerador porque no me gusta conducir de noche. Por
fin parece que mi vieja radio capta una emisora. ¡Aleluya! Tiene que ser una
señal….
«Now I’ve Heard there was a secret
chord
That David played, and it pleased the Lord
But you really don’t care for music, do you?
Hallelujah, hallelujah,
hallelujah, hallelujah…»
Ya estoy desvariando ¿Qué señal? Ninguna señal, pero cada vez
que oigo la canción de Cohen, con esa voz tan suya, se me pone la carne de
gallina y vuelvo a sentir algo parecido a mariposas en el estómago.
Y ahora sí que elevo mi voz en un aleluya, mientras las primeras
estrellas van apareciendo. Y ya no tengo miedo.
Marzo 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario