Otro viernes más me siento delante del ordenador. Las historias
se agolpan en mi cabeza y me piden que las deje salir. Yo, obediente, empiezo a
mover mis dedos por el teclado para dar forma a esas historias. Así nos
liberamos, mis historias y yo, y todas tan contentas. Me gusta escribir relatos
amables, románticos, nostálgicos y surrealistas. Sin embargo, hoy el tono es
diferente. Intento escribir una historia divertida, de esas con las que me río
yo sola mientras escribo y hacen que me lo pase tan bien que no necesito a
nadie más en mi fiesta. Pero hoy mis historias no me hacen reír. Y en mi cabeza
se repite machaconamente la palabra Cataluña… una y otra vez. Y no quiero
escribir sobre la situación en mi tierra porque me duele. Sin embargo, las
otras historias se quedan en un segundo plano, escondidas en algún recoveco de
mi cabeza, quizás para otra ocasión. Hoy no quieren salir. Y hasta ahora
siempre habían salido con facilidad. Hoy me cuesta escribir. ¿Qué está pasando?
Y aquí me encuentro escribiendo sobre ¿una historia
imposible? ¿Es imposible acaso una historia de amor y entendimiento entre
Cataluña y el resto de España? Yo espero sinceramente que no sea así. Me ha
llamado la atención que mucha gente me haya pedido mi opinión esta semana. Me
han preguntado con respeto e interés. Curiosamente, después de haber hablado
sobre las dificultades que a veces ha supuesto ser catalana y vivir en Madrid,
estos últimos días me he sentido muy apoyada y respetada. Más que nunca. Y eso
me ha hecho creer en que la de Cataluña y España no es una historia imposible.
Yo soy la primera que me he llegado a cabrear profundamente ante
la incomprensión de algunos de que se puede ser española desde mi condición de catalana.
Recalco lo de algunos. Que no quiere decir lo mismo que todos. Aclaro para
evitar confusiones. Y, gracias a Dios, parece que eso ahora ya se entiende por
aquí, por Madrid, quiero decir. Sin embargo, algunos de mis paisanos son los
que ahora no lo entienden. Algunos han sembrado el odio y han soltado jaurías
de radicales por las calles de mi tierra. Repito, de mi tierra. No quiero creer
que Cataluña y España se conviertan en las protagonistas de una de mis
historias imposibles. Me resisto a creerlo.
Buceo por internet y sonrío cuando veo mi senyera ondeando al
lado de mi rojigualda. Pero ¿no os dais cuenta? Vivimos en Occidente, en
libertad, hemos conseguido un incomparable estado de bienestar. ¿Qué no nos
gusta todo? Normal, no podemos estar todos de acuerdo con todo. Seamos
relistas, maduremos, no existe el sistema perfecto pero ¿no os dais cuenta?
Mira alrededor, solo unos minutos. Al final, todos nos emocionamos con las
mismas cosas, reímos con las mismas ocurrencias, nos gustan las mismas
películas, bailamos al ritmo de la misma música y nos enternecemos de la misma
manera ante la sonrisa de un niño. ¿No os dais cuenta? Todos queremos vivir en
paz, encontrar un amor, besar a nuestros hijos, salir con nuestros amigos,
celebrar la Navidad en familia, terminar de pagar la hipoteca y tener un
trabajo. ¿Acaso no os dais cuenta?
Espero que las historias que pugnen por salir de mi cabeza la
semana que viene me hagan reír otra vez. Quiero volver a la ficción y a las
historias imposibles de verdad.
Octubre 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario