sábado, 9 de noviembre de 2019

REFLEXIONANDO




Camino por Wilhemstrasse. Por una de esas casualidades de la vida, esta vez el trabajo me ha llevado a Berlín, por primera vez, justo cuatro días antes de que se cumplan treinta años de la caída del muro. He terminado el trabajo por hoy, son las dos de la tarde y me quedan tres horas para coger un tren a Colonia. Así que me calo un gorro de lana, subo la cremallera del abrigo y, mapa en mano, comienzo a recorrer los treinta minutos que me separan de la puerta de Brandemburgo. Es línea recta, así que no debería perderme. No me he preparado la visita. Como tengo poco tiempo, sólo quiero ver la Puerta y algunos edificios próximos que he señalado en el mapa. Y de repente me cruzo con unos restos del muro que no aparecen en mi mapa esquemático. Me paro de golpe. Contemplo los hierros retorcidos que asoman entre los restos de un muro esperpéntico. Es fino. Me sorprende. Un muro tan fino separaba la barbarie de la libertad.


Sigo caminando y a los pocos pasos veo un cartel junto a un edificio lúgubre, enorme, de hormigón gris. Me detengo a leerlo. Indica que allí había un ministerio nazi. Unas fotos antiguas reproducen la imagen de algún gerifalte. Continúo mi camino hasta que paso junto a otro cartel y edificio similares. Y así uno tras otro. Moles tristes y amenazadoras. Entonces descubro que Wilhemstrasse albergaba varios ministerios y oficinas de la época de Hitler. Paso junto a un memorial judío. Un escalofrío recorre mi cuerpo y decido no detenerme hasta llegar a mi meta. 


La Puerta de Brandemburgo está rodeada de andamios y máquinas que trabajan en los  preparativos de la celebración. El ambiente es festivo, hay mucha gente y atrás queda la avenida con sus recuerdos escalofriantes. Empieza a llover con fuerza. Es la excusa perfecta para parar un taxi. No me apetece volver a recorrer a pie esa avenida triste. A esta parte de Berlín luego llegó el comunismo, con los mismos horrores.


A través de las gotas que resbalan por el cristal distingo a lo lejos ese muro fino, con alambres retorcidos. Y me pregunto cómo todavía hoy en día puede haber quien defienda el comunismo. Flipo. No se me ocurre una palabra que defina mejor lo que quiero decir. Y mañana volvemos a votar. Y van dos elecciones en un año. En fin, reflexionando…



Noviembre 2019

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