Una pesadilla, un mal sueño… Vengo de asomarme a la ventana
del salón y aplaudir con todas mis fuerzas al personal sanitario y demás
personas que están trabajando para que algún día podamos despertar otra vez a
la vida.
Sábado, primer día. La mañana se me ha pasado volando. Me he
levantado temprano y he desayunado con mucha calma, pensando que tengo por
delante muchos días, mucho tiempo. He pasado revista al botiquín y he ordenado
el armario del baño, donde guardo cremas, colonias y potingues varios. A las
diez y media estaba en el supermercado cargando alimentos para las próximas
semanas. Deambulo por los pasillos empujando el carro como una zombi, con el corazón
palpitando a toda prisa. Nunca había hecho una compra así de gigante. Luego he
parado en la farmacia. «Seguro que me olvido algo», pienso. Pues habrá que pasar con lo que hay. Vuelvo a casa
recorriendo una gran avenida en una mañana de marzo soleada, primaveral. Las
calles que normalmente estarían repletas, están casi vacías.
El resto de la mañana transcurre entre botes de alcohol y lejía,
limpiando teclados, móvil y superficies. Y llega la hora de comer. Veo una
película y ya son las seis. Salgo a dar una vuelta, aprovechando los últimos momentos
de libertad, porque el presidente de la nación se hace de rogar, horas de
retraso en dar instrucciones, perdiendo así un tiempo precioso de la batalla. Sé
que probablemente no debería haber salido, pero en mi defensa diré que el corazón
cada vez me late más deprisa, sólo han sido unos minutos, que apenas había
gente por la calle. Saboreo esos minutos.
Entonces, por primera vez en mi casa, rezamos el rosario
juntos, en familia, frente a una imagen dulce de la Virgen. La velocidad de mi
corazón aminora un poco, pero al rato vuelve a latir desbocado. Los que me
conocen bien saben que sólo tomo lexatín cuando me subo a un escenario. Miedo
escénico. O sea, sólo un par de veces al año. Y cuando tengo que coger un vuelo
de larga duración, algo que sólo hago por trabajo, nunca por placer. Otro par
de veces. Pero ayer me tuve que tomar una pastilla de esas porque, lo confieso,
no era capaz de controlar mi ansiedad. Hoy parece que no va a hacer falta.
Hemos vuelto a rezar junto a la Virgen y hemos vuelto a salir a la ventana.
Primer y segundo día. Te das cuenta de quién te quiere, a
quién le importas. Y a quién quieres tú. Todavía me faltan por hacer unas
cuantas llamadas a gente que quiero.
Llueve, ya es de noche. Mañana empieza el tercer día.
Cuidaos mucho.
Marzo 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario