viernes, 12 de febrero de 2016

UN VIAJE CON ESCALAS




A veces las redes sociales te pueden dar una sorpresa agradable. Hace unas semanas me topé con una frase que me impactó. Sí, así como suena. Quedé impactada, la leí y la releí dejando que esas palabras fueran resbalando poco a poco. Sólo cuatro escuetas frases que entrelazaban unas pocas palabras con maestría hasta formar una bella imagen. Así que me apresuré a teclearlas en el buscador para averiguar su contexto y quién era el autor. Eduardo Halfon. Confieso mi ignorancia. Se trata de un premiado autor guatemalteco. ¿Y el contexto? Nada que ver con lo que en mí habían evocado, pero no por eso perdían su belleza.

«Pensé en decirle que todos nuestros viajes son en realidad un solo viaje, con múltiples paradas y escalas. Pensé en decirle que todo viaje, cualquier viaje, no es lineal, ni circular, ni concluye jamás. Pensé en decirle que todo viaje es un despropósito. Pero no dije nada».

La escena se desarrolla en un puesto fronterizo entre Guatemala y Belice. Una conversación entre el protagonista y un agente de aduanas. No importaba. En cualquier caso reflejaba un desencuentro que yo, por supuesto, relacioné con esas palabras que querríamos haber dicho alguna vez pero nunca dijimos. Y me imagino otra escena. Dos jóvenes caminan en silencio, uno junto a otro. Las palabras luchan por salir, pero no concluyen su viaje, quedan aprisionadas para siempre. Por orgullo, por temor, por cobardía. Se miran a los ojos. Se despiden. Ella espera en vano que él pronuncie esas palabras que impedirán que sea para siempre. Él se gira, con una mirada trágica, ahora que ella no le puede mirar a los ojos, y comienza a alejarse esperando en vano que ella grite su nombre.
Muchos años después vuelven a encontrarse, casualmente. Una cena con amigos comunes. Todos comparten una vida de recuerdos, de emociones, de momentos compartidos. Entre anécdotas y risas, sólo ellos notan cómo esas viejas heridas no estaban del todo cicatrizadas. Es una sensación extraña, inesperada. Ella le observa con disimulo y reconoce todos aquellos detalles olvidados. Él se mueve en su silla nervioso, encendiendo un cigarrillo para apagar aquello que debía quedar en el pasado. Avanza la noche y con ella los recuerdos. Sus miradas sorprendidas se cruzan un instante, y otro, y otro.
Y las palabras de Halfon resuenan suavemente: «Pensé en decirle que todos nuestros viajes son en realidad un solo viaje, con múltiples paradas y escalas... Pero no dije nada».

Pasados unos días ella va a su encuentro. Sabe que sus palabras no conseguirán evitar una nueva despedida, lo presiente, le conoce. Aun así olvida su orgullo por un momento, porque la vida le ha enseñado que es preferible arrepentirse de lo dicho que de los silencios. Él elige olvidar el pasado y mirar hacia un futuro en el que ella no está. El destino, o la providencia, brindan otra oportunidad. Ella quiere gritar que nuestros viajes son en realidad un solo viaje. Que hemos vivido múltiples paradas, que nuestro viaje no ha concluido. Pero la mirada de él, endurecida, se frena en una nueva escala, en otro desencuentro.

Ella continúa su viaje en paz y ya no le pesarán, como a él, esas palabras… Pero no dije nada.


                                                                                                          Febrero 2016

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