viernes, 13 de mayo de 2016

EL TEATRO, OTRA HISTORIA IMPOSIBLE


Comenzó a sentir un sudor frío. La respiración se iba acelerando. De repente se quedó en blanco. Pero no iba a permitir que los nervios estropearan ese momento, su momento. Apretó los puños, miró al frente y se concentró para acompasar la respiración. Una inhalación profunda, seguida de una fuerte exhalación. Cerró los ojos unos instantes y se llevó la mano al corazón. Poco a poco volvía a su ritmo habitual. Abrió los ojos al notar que había alguien a su lado. Alguien que repetía las mismas respiraciones y le sonreía transmitiéndole seguridad. Al girar la cabeza, su mirada se topó con un viejo espejo. Por un momento no se reconoció. Una peluca rubia platino con un elegante recogido, los labios rojos y una suave falda de vuelo. Era ella pero no ella. Estaba a punto de salir al escenario y convertirse en otra persona. De hecho, ya llevaba varios meses conviviendo con Margot, llevando vidas paralelas, abandonando el ritmo frenético habitual cuando se ponía aquella peluca rubio platino. Entonces, ya no era ella, creaba un personaje a su medida y –cómo explicarlo- eran sus momentos más felices. Y sabía que, aunque en ese momento no recordara nada del texto que llevaba trabajando varios meses, en cuanto pisara el escenario, una descarga de adrenalina recorrería su cuerpo y, como por arte de magia, se convertiría en aquella rubia elegante y hablaría y se movería como ella, con seguridad, dejando atrás sus miedos. Como por arte de magia.
Desde que tenía uso de razón había querido ser actriz. Evidentemente, cuando lo planteó en casa sus padres le dijeron sí, claro, cariño. No digas tonterías.
-          No son tonterías, es como me siento más feliz – exclamó.
De nada sirvieron los ruegos y lloros. Y un buen día de octubre se encontró sentada en la última fila de un aula rodeada de gente desconocida. Las primeras semanas en la universidad fueron aburridas. Llegaba, no hablaba con nadie, se sentaba en la última fila y miraba al profesor de turno con cara de estar enfadada con el mundo. Pero aquello era aburrido. Al pasar las semanas, fue trabando relación con esas otras chicas que se reían mucho y atendían poco y también se sentaban atrás. Hasta que un día vio un cartel junto a la puerta de la cafetería, casi oculto por las docenas de papeles que se amontonaban sobre el tablón. Se hacen pruebas para el grupo de teatro universitario.
El corazón le empezó a latir con fuerza… Las pruebas eran el viernes, sólo dos días después… Lo volvió a leer para asegurarse de que tenía la información correcta. Después de dos días muy largos se presentó en el pequeño salón de actos de la universidad. Con timidez asomó la cabeza por la puerta entreabierta. Unos cuantos estudiantes, no muchos, hablaban entre ellos. Avanzó despacio hacia ellos, sin saber muy bien qué hacer hasta que de repente una joven alta y simpática se dirigió a ella. Le pidió el nombre y lo anotó en un cuaderno. Entonces, un hombre algo mayor que el resto, pidió a todos que se sentaran en la primera fila y comenzó a hablar. Ella le escuchaba extasiada. Y feliz. Sabía que por fin había encontrado su sitio.
El viernes siguiente, muchos no volvieron pero los que allí estaban permanecieron juntos durante siete maravillosos años. Compartiendo vivencias con Tennessee Williams, Shakespeare, Moliére, Simon, Alejandro Casona, los Álvarez Quintero, Mihura y tantos otros.
Veinte años después volvía a tener la oportunidad de ponerse la peluca rubia y no lo había dudado. Quizás su vida era muy distinta a cómo la había imaginado en sus años universitarios, sin embargo su pasión por el teatro seguía siendo la misma. Se había entregado una vez más a ese amor imposible. Una respiración profunda más…. Su compañero le cogió la mano, le guiñó un ojo y juntos, con paso seguro, se dirigieron al centro del escenario.
Mayo 2016

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