Cuando mencionan su nombre se me despierta un mohín mientras ladeo
mi cara y brota una sonrisa como hablando a la mañana.
Yo conocí a la flaca. Y aún la conozco. Y aún sigo descifrando
cómo pudieron meter tanto talento en tan espigado espacio.
En tiempos quise colarme entre los pliegues de sus enaguas.
Confundí el camino pero todos sabemos cómo se las gasta el corazón cuando de
sentir se trata. Puse sitio a sus murallas y me evadió con la facilidad que
aporta la limpieza de su mente clara. Y se fue. Y compró en los bazares tiempo y metros a los
que llamó distancia. Distancia para vivir. Distancia que los dioses me
regalaron para que yo pensara.
Todo es mas fácil cuando ya ha pasado. Tiende a perder emoción
pero gana en sentimiento. Siempre consideré que es mas importante, mucho mas
importante, querer bien que apasionadamente. Es más veraz. Los pulsos cobran su
ritmo y olvidan, puede que definitivamente, los saltos al vacío que generan las
explosiones amorosas de los comienzos.
Ella fue quien me enseñó. Ella me mostró el camino. Con la
sutileza firme de sus ojos melancólicos domó las redes que encadenaban mi alma.
Y me convirtió, como si nada midiera el peso de mi espalda, en amante de su
espíritu. Guardián de su mirada. Hermano de sus sueños. Alumno de sus lamentos.
Aprendiz de sus silencios tan cargados de romanzas.
Aún se ruboriza cuando manifiesto mi eterno amor a su figura. A su
leyenda. A su realidad mas perfecta. A ella. A lo que ella representa. Es mi
abrazo a esa historia que nació de una contienda. La fruta mas dulce que brotó
de un no hasta convertirse en la morada de un si con distinta perspectiva.
Cuando un no se convirtió en el inicio de una maravillosa vida de amistad.
Tomó un tarugo de leña apenas desbrozada. Y pulió cada veta, cada
espina que por sus lados colgara. Transformó lo agreste en sutil, lo árido en
terciopelo. Supo armarse de paciencia. Aquella que le dice al tiempo que nada
es para un instante salvo los trances pequeños. Que el futuro se amasa entre
los dedos del hambre que manejan los platos por llenar de sueños.
Hoy somos amigos. Amigos sin tregua ni añoranza. Amigos sin reloj
ni calendario. Y sé que la quiero feliz sin el egoísmo de los celos que todo lo
empañan. Que cuando el presente se espacia sigo con la certeza de que su vida
es mi casa. Que sus logros son mi premio y sus penas mi reto para consolarlas.
Y fue capaz de tallarlo con la sola fuerza del agua y el filo
cariñoso de una preciosa navaja.
José
Manuel Ferradas
Abril 2016
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