sábado, 7 de abril de 2018

EL CHICO SIN NOMBRE


Todo empezó en ese momento. Te miré, me miraste y el mundo se detuvo. Unos segundos. Es increíble cómo unos pocos segundos bastan para cambiarte la vida entera. Empecé a mirar nerviosa a mi alrededor. Me giré. Quizás había alguna mujer estupenda detrás y yo me estaba equivocando. No había nadie detrás, sólo un camarero gordo con bigote y no creo que le miraras a él, no. Respiré hondo y me volví a girar. Seguías allí, no eras un espejismo. Entonces sonreíste y sentí un nudo en el estómago. Esas molestas maripositas que de repente no te dejan respirar. Hacía mucho que no me visitaban, pero era capaz de reconocerlas perfectamente. Es como montar en bicicleta. Por mucho tiempo que pase, no se olvida. Las maripositas tampoco. Llevaban años reposando en el fondo de mi estómago y de pronto habían vuelto a la vida. Me las imaginaba de todos los colores, revoloteando alegremente. Se me secó la boca y no pude contestar a tu sonrisa. Claro síntoma de falta de entrenamiento.

-          Marta… ¡Marta! ¿Me quieres hacer caso? 

Mi amiga me tiró de la manga para captar mi atención. Y la captó, claro. Había debido de estar contándome algo y no me había enterado. Aterricé y la miré.

-          Si, perdóname. ¿Decías?

-          ¿Cómo que decías? ¿Se puede saber dónde estabas?

Di un trago a mi refresco. En ese momento se nos unió Patricia, que llegaba casi sin respiración.

-          Chicas, disculpad el retraso. Me ha llamado mi madre justo cuando estaba saliendo y se ha alargado la conversación –dijo mientras nos daba un par de besos-. ¿Me he perdido algo? Voy a pedir una cerveza.

Le cedí mi sitio y me quedé de espaldas al chico de la sonrisa. Llamó al camarero y, unos instantes después, ya con la cerveza en la mano, se giró y se apoyó contra la barra. De repente sonrió y levantó el brazo como saludando a alguien. Me di la vuelta y vi que el amigo del chico de la sonrisa también levantaba el brazo. Los dos comenzaron a acercarse.

-          ¿Quién es? –pregunté nerviosa en voz baja.

-          Es Paco, un compañero del trabajo. Muy simpático y soltero, por cierto. El otro ni idea –le dio tiempo a decir.

Después de exclamaciones, fíjate qué casualidad y presentaciones, se decidió que pediríamos al camarero una mesa para picar algo.

-          Mientras se vacía una mesa ¿queréis algo? Voy a pedir –preguntó el tal Paco.

Miré a mi refresco. Necesitaba algo más fuertecito que una Coca-Cola.

-          Una copa de rosado, por favor –acerté a decir.


La voz me había salido normal. Gracias a Dios. Pero seguía sin poder dominar mi cabeza que se había quedado inclinada mirando fijamente el fondo del vaso del refresco, mientras mis amigas charlaban con el chico de la sonrisa. Además no había logrado entender su nombre. Genial.

Ya con la copa en la mano, sentí que recuperaba la serenidad, aunque todavía no le había dado ni un trago, y logré levantar la cabeza y mirar al chico sin nombre. Parecía cómodo hablando con mis amigas.

-          Marta ¿estás aquí o en la luna? –preguntó Patricia-. ¿Te pasa algo?

-          Hoy está en la luna –respondió encantadora mi otra amiga por mí.

Las miré y respondí con una media sonrisa que no se preocuparan por mí, que ya estaba en fase de aterrizaje. El chico de la sonrisa salió en mi auxilio.

-          Pues a mí me gustan las chicas que están en la luna. Seguro que has encontrado algo interesante por allí ¿verdad?

Paco y Patricia no paraban de contar batallitas del trabajo que, con el desparpajo de ella, resultaban amenas. Unos minutos después, el camarero del bigote señalaba una mesa. Los cinco nos dirigimos hacia allí y él retiró una silla para mí. Había topado con un caballero andante. Mis mariposas seguían revoloteando. Azules, rosas, blancas… hasta había algunas de un color verde brillante. Me acomodé en la silla que me ofrecía y se sentó a mi lado. Y ahora sí que le devolví una sonrisa. Con un retraso de una media hora, de acuerdo, pero se la devolví. Y el chico sin nombre seguía sonriéndome.



Abril 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario