viernes, 7 de septiembre de 2018

SI TÚ ME DICES VEN


-          Si tú me dices ven, lo dejo todo.

-          Menos lobos, caperucita.

-          Estoy intentando ser romántico.

-          Ya –es mi respuesta escueta, mientras por primera vez alzo levemente los ojos del periódico.

Ahora es él quien baja la mirada. Le observo un par de segundos más y vuelvo a concentrarme en la lectura de las desgracias diarias. Se revuelve en el sillón, se aclara la garganta.

-          Sigues enfadada ¿verdad?

Ahora doblo con cuidado el periódico y focalizo mi atención en él.

-          ¿Tú qué crees? Vamos, que tampoco hace falta ser un lince, digo yo.

-          No me gusta cuando te pones sarcástica.

-          Pues es lo que hay.

-          A ver, cariño, que te he pedido perdón mil veces.

-          ¿Mil? –exclamo con los ojos a punto de salirse de las órbitas.

-          Bueno… Diez por lo menos sí.

-          Pues es que a lo mejor tienes que llegar a mil para que te perdone –disparo en plan desagradable.

Resopla. Se lleva una mano a la cabeza y se retira el cabello que le cae sobre los ojos. Esos ojos oscuros como la noche que han perdido el brillo. Y, aun así, siguen ejerciendo sobre mí el mismo efecto que cuando lo conocí hace unos años. Mi estómago se contrae ante su mirada penetrante. Yo disimulo, claro. Voy de dura.

Nos seguimos mirando. Entorno los ojos y aprieto los labios. Entonces, sin dejar de mirarme, comienza a cantar en un susurro.

-          Si tú me dices ven, lo dejo todo. Si tú me dices ven, será todo para ti. Mis momentos más ocultos, también te los daré. Mis secretos que son pocos…

-          ¿Pocos secretos? –salto interrumpiéndolo.- ¿Pocos secretos? Creo que ahí es donde está el problema. Que tú sigues haciendo tu vida como si fueras soltero.

-          No es verdad. ¿Por qué dices eso? –me pregunta con aspecto de estar extrañado.

Me deja sin palabras. Parece extrañado de verdad. Si partimos de premisas diferentes, es imposible alcanzar un acuerdo. Pero eso no se lo digo. ¿Me habré vuelto paranoica?

-          Ya, y ahora es cuando me vas a decir que me he vuelto paranoica ¿no?

-          No, no se me ha pasado por la cabeza.


Nuevo silencio. Ahora la que se revuelve incómoda soy yo, así que opto por levantarme para alejarme de su mirada escrutiñadora. Para hacer algo, dejo el periódico sobre la mesa y comienzo a ordenar el montón de papeles que hemos ido acumulando a lo largo  de la mesa. Él retoma la canción donde la dejó.

-          Mis secretos que son pocos, serán tuyos también -se interrumpe-. ¿Qué es lo que quieres saber?

Yo sigo haciendo ver que ordeno papeles y no respondo. Noto que su mirada penetrante se clava en mi espalda. Levanto la mirada y busco el punto más alejado del salón. Me dirijo con decisión a la librería y apoyo las manos sobre un estante, como si fuera una tabla de salvación. Y vuelve a cantar, ahora ya con más potencia. Siempre ha tenido una voz bonita y en las fiestas familiares a menudo se anima a regalarnos una de sus divertidas imitaciones.

Está tarareando la música. La noto cada vez más cercana. Se ha debido de poner en pie. Nerviosa, voy pasando el dedo índice por los lomos de los libros.

-          ¿No sabrás dónde está el de Bécquer? No sé, me apetece releer una leyenda.

De repente sus labios rozan mi cuello. «Si tú me dices ven, todo cambiará». Coge con suavidad mi cintura por detrás y apoya la cabeza sobre mi hombro. «Si tú me dices ven, habrá felicidad». Cierro los ojos y me dejo mecer por la melodía. «Si tú me dices ven».

-          ¿Sabes? –digo en un susurro-. Creo que no me vas a tener que pedir perdón otras 990 veces.

-          ….llorar contigo será mi salvación…

-          Pero no te vuelvas a olvidar de comprar el café… por favor.


Me giro y mis brazos envuelven su cuello. Él sigue cantando mientras damos vueltas y más vueltas por el salón al compás de Los Panchos.



Septiembre 2018

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