- Pero
¿por qué no?
- Pues
porque no y ya está.
- ¿Cómo
que ya está? ¿Ya está?
- Sí,
ya está.
-
A
ver, alguna razón habrá. Explícamelo al menos, a ver si lo entiendo.
-
Ay,
Gonzalo, no seas pesado –exclamó levantando la mirada del menú.
Sus ojos se encontraron y durante unos instantes se miraron
fijamente. Él se había inclinado levemente hacia delante, mientras que ella, de
manera inconsciente, se apoyaba en el respaldo de la silla. La miraba
expectante, esperando una explicación que no existía. Volvió a centrar su atención
en la carta.
-
No
sé si decidirme por el pulpo o las alcachofas… ¿Tú ya sabes lo que vas a tomar?
-
¿Qué?
-
Que
qué vas a pedir.
-
A
ver, Nuria. Te estoy pidiendo que me des una razón para no salir conmigo ¿y tú
me hablas de pulpo y alcachofas? –preguntó molesto agitando el papel azulado de
la carta.
-
Mira,
Gonzalo, no quiero ser maleducada, pero esta conversación la hemos tenido ya
millones de veces. Ya sabes la respuesta.
-
¿Millones
de veces? Un poco exagerada ¿no? La hemos tenido tres veces –exclamó levantando
la mano derecha y mostrando los tres dedos centrales.
-
Tres
veces. Eso es. Para mí como si fueran millones. Pues te lo voy a repetir por
cuarta vez: somos amigos desde hace años, nos llevamos bien, lo pasamos bien,
nos hacemos compañía… Estás confundiendo amistad con otra cosa que no es. Te
quiero como un amigo y punto. Lo siento, eso no va a cambiar –dijo de
carrerilla de manera contundente pero a la vez con suavidad para no herirle.
La miró con ternura y Nuria resopló.
-
Pero
soy un tipo majo, Nuria, y te quiero.
-
Claro
que eres majo. Por eso eres mi amigo. Y te quiero como a un amigo, repito.
Estas cosas no se pueden forzar. Y ya está. Nada más que hablar.
Gonzalo abrió la boca dispuesto a no darse por vencido pero
en ese momento llegó el camarero, cuaderno en mano, y fue más rápido que él.
-
¿Saben
ya lo que desean tomar?
Un sí y un no sonaron al mismo tiempo. El camarero esbozó una
media sonrisa de cortesía y se ofreció a hacer una serie de apetitosas
sugerencias. Unos instantes después se alejó de la mesa con la hojita llena de
garabatos. Gonzalo volvió a hablar.
-
¿Has
visto? Una ración de alcachofas y una de pulpo, para compartir. Tú no sabías
qué pedir y yo lo he solucionado y pido las dos cosas que sé que te gustan, y a
mí también, porque tenemos gustos muy parecidos. Y esa es la base para una
relación sólida y de futuro entre dos personas.
-
¿Has
pedido vino?
-
¿Cómo?
-
Hijo,
no sé qué te pasa hoy que te tengo que repetir todo –exclamó con impaciencia llevándose
un trozo de pan a la boca.
-
A
ver, que te estoy hablando de nuestro futuro ¿y me preguntas por el vino?
-
A
ver, estás hablando de pulpo y alcachofas y yo te pregunto por el vino. Me
parece muy adecuado.
-
Me
estás tomando el pelo –susurró bajando la mirada.
Se hizo un silencio que enseguida fue interrumpido por el
camarero que descorchó una botella y sirvió rápidamente en dos copas alargadas
que traía.
-
Había
pedido cava –dijo sin levantar los ojos del mantel. Y apoyó la cabeza sobre la
mano, abatido.
-
Me
encanta el cava.
Nuria le observó mientras daba el primer sorbo a la copa y le
llegó su abatimiento. Él conseguía exasperarla a veces, pero era un buen tipo.
Y era su amigo.
-
Gonzalo….
-dijo con voz dulce.
Silencio. Se hizo un silencio incómodo que fue interrumpido
por la vibración del móvil que Gonzalo se sacó del bolsillo. Miró la pantalla y
sonrió.
-
¿Te
importa si contesto?
-
Claro
que no. ¿Quién es?
-
Bueno…
Es… una chica nueva del trabajo.
Nuria sintió que un peso enorme desaparecía. Y respiró
aliviada. Instantes después levantaron las copas y brindaron por su amistad.
Enero 2019
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