viernes, 4 de noviembre de 2016

¡QARAQOSH HA SIDO LIBERADO!



¡Qaraqosh ha sido liberado! Estas cuatro palabras me persiguen desde que las leí hace unos días en el periódico. Qaraqosh ha sido liberado…. Suena como una frase que hubiera escuchado en una de esas películas clásicas de los años cincuenta… Podría imaginarla incluso en una viñeta cualquiera de Tintín. Pero no. Es real. Una buena noticia en medio del horror que viven Siria e Iraq. Según leo, el Estado Islámico ha sido expulsado de esta ciudad -y otras- cercana a Mosul. ¡Por fin! Paso las páginas buscando información de una ciudad de la que nunca había oído hablar. Leo las crónicas de los reporteros de guerra. Y descubro que Qaraqosh está cerca de la legendaria Nínive, la ciudad asiria que aparece mencionada en la Biblia, junto al Tigris. El Tigris y el Éufrates, Babilonia, Mesopotamia… la cuna de la civilización, eso que estudiamos en el cole de pequeños. El principio de todo, así de importante es esta zona que ahora me suena tan lejana, pero que me atrae enormemente.

Qaraqosh tiene una particularidad. Fue cristiana desde el siglo II, según la wiki. No pretendo realizar ahora una investigación ni una disertación histórica. Quiero decir, que no voy a contrastar los datos de la wiki. Sea como sea, es cristiana desde hace siglos, y los bárbaros han pretendido borrar la libertad en sus calles. Pero han sido expulsados. Ojalá que para siempre. Dejan tras de sí la destrucción, la marca de la casa, pero el domingo se volvió a celebrar misa entre las ruinas de una iglesia de Qaraqosh.

No quiero imaginar el horror que han sufrido las personas que allí vivían. Y en medio de la barbarie una imagen me golpea. Es la fotografía de un soldado limpiando una imagen de la Virgen. Ese soldado habrá sido testigo de escenas terribles, pero le quedan ánimos para tratar con cariño esa estatua de la Virgen. Entonces me doy cuenta de la tibieza de mi fe que contrasta con los colores de la escena. Una cinta verde rodea el cabello oscuro del soldado. Con un trapo rojo limpia el manto azul. Yo me siento como una imagen borrosa, desvaída, pero al mismo tiempo, me invade un sentimiento de pertenencia, de orgullo al compartir las creencias de ese soldado sin nombre.
Cuando hace un año comencé este blog, lo hice precisamente hablando de Palmira, de mis sensaciones cuando la visité hace ya muchos años. Y justo un año después vuelvo a viajar, esta vez virtualmente, a Mesopotamia. Entonces el detonante fue una foto en la que yo aparecía feliz rodeada por la grandeza de Palmira. Ahora ha sido esa fotografía del soldado y la Virgen. Me siento impotente. ¿Qué puedo hacer yo? Sólo puedo rezar por mis hermanos cristianos de Qaraqosh. Veo su grandeza y mi pequeñez.



Noviembre 2016

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