-
El
tiempo es relativo –le dijo.
Su voz llegaba un tanto entrecortada aunque clara, teniendo
en cuenta los miles de kilómetros que los separaban.
-
Para
ti ya es miércoles. Aquí sigue siendo martes… Qué raro ¿verdad?
Después de un rato largo de conversación, llegaba el momento
de despedirse.
-
Mañana
hablamos y te cuento los pormenores del pasado.
-
Pues
aquí te espero en el futuro –rió ella.
-
¿Sabes?
Creo que deberías escribir sobre eso.
Se dirigió a la cocina dispuesta a preparar algo de cena para
acompañar una cerveza bien fría. Se sentó frente al televisor y empezó a hacer zapping.
-
No
puede ser –pensó, deteniendo el mando.
Reconoció la casa de cristal que se adentraba en un precioso
lago. Había visto esa película hacía unos años. La casa del lago, con Sandra Bullock y Keanu Reeves.
-
Qué
casualidad –exclamó poniéndose cómoda-. Hablando de la relatividad del tiempo…
A los protagonistas, Kate y Álex, no les separaban unas pocas
horas. ¡Les separaban dos años! Unas horas pueden implicar casi una jornada
completa. Cuando ella cenaba, él apenas comenzaba a comer. Cuando ella se
levantaba, él se acababa de acostar. Cuando para ella era miércoles, para él
seguía siendo martes… Una tontería comparada con los dos años de los habitantes
de la casa del lago. Éstos no se podían comunicar con el teléfono, por la
cuestión del tiempo, claro, así que se comunicaban por carta. De hecho, todo
empezaba así. Por una carta con una fecha aparentemente errónea. Tras la
incredulidad inicial de ambos y después de mirar a todo lados buscando una
cámara oculta y esperando que en cualquier momento un equipo de televisión
fuera a salir de detrás de los árboles, Kate y Álex comenzaron a escribirse.
Con asiduidad, hablando de cosas sin importancia, como qué has hecho hoy, qué
tal te ha ido en el trabajo, qué has comido, cuántos hermanos tienes, cuál es
tu música preferida. O no sin importancia, porque para cada uno era lo que
formaba su día a día, en definitiva su vida. Y cada vez esperaban con más
intensidad la respuesta del otro. Los dos.
Se levantó un momento para dejar en el fregadero el plato
vacío. Se detuvo a medio camino. Kate le estaba pidiendo a Álex un gran favor:
que intentara recuperar el libro que dos años antes había dejado olvidado en el
banco de un andén. Era un libro de Jane Austen, su escritora preferida. «¡Y la mía!», pensó sorprendida.
Recordó entonces una frase de un artículo que había leído
recientemente: A veces ese día nunca
llega, a veces el destino simplemente hace de las suyas.
En este caso el destino fue benevolente. Álex llega a la estación
justo en el momento en que está arrancando el tren. Ve el libro abandonado
sobre el banco, lo coge rápidamente y corre hacia el tren, blandiendo el libro.
Kate se da cuenta de su olvido, se asoma y es entonces cuando se ven. Y se
reconocen.
-
Qué
bonita y qué original. Me encanta esta película –exclama en voz alta cuando
aparecen los créditos en la pantalla.
Por un momento duda. «¿Quizás sea cine para chicas? ¿Le gustará a los hombres o si se la
recomiendo a algún amigo me llamará de todo?... Y sin embargo… el tiempo es
relativo, para todos, para hombres y mujeres. Y a veces ese día llega, para
todos y a pesar de todo».
Junio 2017
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