domingo, 4 de junio de 2017

HOY ES MAÑANA... Y AYER



-          El tiempo es relativo –le dijo.

Su voz llegaba un tanto entrecortada aunque clara, teniendo en cuenta los miles de kilómetros que los separaban.

-          Para ti ya es miércoles. Aquí sigue siendo martes… Qué raro ¿verdad?

Después de un rato largo de conversación, llegaba el momento de despedirse.

-          Mañana hablamos y te cuento los pormenores del pasado.

-          Pues aquí te espero en el futuro –rió ella.

-          ¿Sabes? Creo que deberías escribir sobre eso.

Se dirigió a la cocina dispuesta a preparar algo de cena para acompañar una cerveza bien fría. Se sentó frente al televisor y empezó a hacer zapping.

-          No puede ser –pensó, deteniendo el mando.

Reconoció la casa de cristal que se adentraba en un precioso lago. Había visto esa película hacía unos años. La casa del lago, con Sandra Bullock y Keanu Reeves.

-          Qué casualidad –exclamó poniéndose cómoda-. Hablando de la relatividad del tiempo…

A los protagonistas, Kate y Álex, no les separaban unas pocas horas. ¡Les separaban dos años! Unas horas pueden implicar casi una jornada completa. Cuando ella cenaba, él apenas comenzaba a comer. Cuando ella se levantaba, él se acababa de acostar. Cuando para ella era miércoles, para él seguía siendo martes… Una tontería comparada con los dos años de los habitantes de la casa del lago. Éstos no se podían comunicar con el teléfono, por la cuestión del tiempo, claro, así que se comunicaban por carta. De hecho, todo empezaba así. Por una carta con una fecha aparentemente errónea. Tras la incredulidad inicial de ambos y después de mirar a todo lados buscando una cámara oculta y esperando que en cualquier momento un equipo de televisión fuera a salir de detrás de los árboles, Kate y Álex comenzaron a escribirse. Con asiduidad, hablando de cosas sin importancia, como qué has hecho hoy, qué tal te ha ido en el trabajo, qué has comido, cuántos hermanos tienes, cuál es tu música preferida. O no sin importancia, porque para cada uno era lo que formaba su día a día, en definitiva su vida. Y cada vez esperaban con más intensidad la respuesta del otro. Los dos. 

Se levantó un momento para dejar en el fregadero el plato vacío. Se detuvo a medio camino. Kate le estaba pidiendo a Álex un gran favor: que intentara recuperar el libro que dos años antes había dejado olvidado en el banco de un andén. Era un libro de Jane Austen, su escritora preferida. «¡Y la mía!», pensó sorprendida.

Recordó entonces una frase de un artículo que había leído recientemente: A veces ese día nunca llega, a veces el destino simplemente hace de las suyas.

En este caso el destino fue benevolente. Álex llega a la estación justo en el momento en que está arrancando el tren. Ve el libro abandonado sobre el banco, lo coge rápidamente y corre hacia el tren, blandiendo el libro. Kate se da cuenta de su olvido, se asoma y es entonces cuando se ven. Y se reconocen.

-          Qué bonita y qué original. Me encanta esta película –exclama en voz alta cuando aparecen los créditos en la pantalla.

Por un momento duda. «¿Quizás sea cine para chicas? ¿Le gustará a los hombres o si se la recomiendo a algún amigo me llamará de todo?... Y sin embargo… el tiempo es relativo, para todos, para hombres y mujeres. Y a veces ese día llega, para todos y a pesar de todo».



Junio 2017


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