sábado, 24 de junio de 2017

A TU LADO


¿Por qué las canciones más bonitas son las de amor? O más bien, de desamor. Relatan historias imposibles, amores perdidos. Sábado por la noche, escuchando a Los Secretos y su Déjame. No juegues más conmigo, esta vez, en serio te lo digo, tuviste una oportunidad… Regreso a mi juventud, casi a mi adolescencia, y de manera automática te identificas. ¿Quién no ha cantado alguna vez esa canción pensando en la chica de turno que te había roto el corazón? Aunque la cantara un grupo masculino, nosotras también nos sentíamos identificadas y le gritábamos las mismas palabras a algún capullo que nos hacía la vida imposible. Sobre un vidrio mojado escribí su nombre, sin darme cuenta… ¿Quién no se ha sorprendido escribiendo su nombre sobre una ventanilla llena de vaho, mientras llovía y te invadía la melancolía? Y si no llovía, sobre la mampara de la ducha, aunque fuera menos glamuroso.

Y luego llegaba el gran Loquillo con su Cadillac. De Madrid a Barcelona. Yo aquí lo tenía más complicado para identificarme en primera persona, pero me encantaba que despreciara a la última rubia que había probado el asiento de atrás y se siguiera acordando de mí, o sea, de ella. Me llenaba de satisfacción comprobar que, aunque no fuera una rubia estupenda, no todo estaba perdido. Ellos también tienen corazón. Que conste que no tengo nada contra las rubias ¿eh? ¡Quiero a mis amigas rubias! Pero bueno, entendéis lo que quiero decir.

Y así, una tras otra, los protagonistas de la inigualable movida ochentera cantaban a las chicas de sus sueños, mientras hacían que el estómago se nos llenara de mariposas inquietas. Hombres G recordaba que, hacía un año, las niñas bajaban por la cuesta de uniforme. Yo con mis amigas a la salida del colegio, corriendo un viernes por la tarde para prepararnos para la fiesta en la discoteca de moda. Y te asaltan recuerdos borrosos, como el primer chico que te sacó a bailar, porque entonces todavía se bailaba agarrado. ¡Qué gran pérdida! Recuerdo que cuando de repente sonaba la música lenta, dejabas de pegar saltos, te sentabas con tu grupo de amigas y, entre risas nerviosas, te llevabas alguna sorpresa cuando por fin fulanito se acercaba con una media sonrisa y te sacaba a bailar. La gente corre y la lluvia está empapando el parque… Siempre la lluvia, sin lluvia no hay melancolía que valga. Suspiro…

Estoy a punto de volver a suspirar cuando suenan los primeros acordes de Pero a tu lado. El segundo suspiro se interrumpe y en su lugar canto con los hermanos Urquijo eso de he muerto y he resucitado. Y ya no persigo sueños rotos, hoy, en cambio, he soñado en otra vida, en otro mundo, pero a tu lado. No todas las canciones de los ochenta eran de desamor. La mejor habla de amor y las historias se vuelven posibles. ¡Y a la melancolía que le den! La dejamos olvidada y aparcada en el siglo XIX. En algún lugar de un gran país...



Junio 2017

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