domingo, 15 de noviembre de 2015

PARÍS, BEIRUT Y BATTIATO


 
Con el espíritu sobrecogido tras los atentados de París y Beirut –y tantos otros- me asomo a la noche que me rodea, intentando hallar algo de paz. Y me llegan sonidos y sensaciones que otras veces me molestaban: el ruido del tráfico, la contaminación extrema de Madrid, el autobús que ruge… y que, sorprendentemente, actúan como un bálsamo sobre mi alma herida. Porque son sonidos y sensaciones que pertenecen a mi civilización,  a ese Occidente libre –con sus defectos, sí- pero que me permite expresarme en libertad. Que me permite plasmar mis pensamientos sin temor ninguno. Y hago mías esas palabras que Marcello Pera escribió hace ya más de diez años en un pequeño libro –Sin Raíces-, un inteligente y profundo diálogo con Joseph Ratzinger:

“Afirmo los principios de la tolerancia, la convivencia y el respeto, hoy característicos de Occidente, pero sostengo al mismo tiempo que, si alguien rechaza la reciprocidad de estos principios y nos declara hostilidad, o la yihad, entonces debe quedar claro que se trata de nuestro adversario. En pocas palabras, rechazo la autocensura de Occidente".

Occidente debe decir basta ya, con voz clara y potente. Hacer caso omiso de esos demagogos que, a pesar de la gravedad de la situación, siguen haciendo ruido. Resulta incomprensible que haya quien siga pensando que la culpa de todos los males del mundo la tiene Occidente. Quizás las palabras de Pera escapen a su inteligencia. Así que a estos demagogos les digo que se fijen en algo tan evidente como que el éxodo se produce desde los países islamistas a Occidente, nunca al revés -¡oh, casualidad!-. Y creo que con eso está dicho todo.
Anhelando la paz, busco en los recovecos de mi alma esos instantes en que la he sentido de manera profunda. Y me vienen a la memoria momentos de recogimiento en una pequeña iglesia. Entonces resuenan en mi mente unas palabras: «porque la paz que he sentido en ciertos monasterios, soy sólo la sombra de la luz…», palabras que pertenecen a la canción L’ombra della luce, con las que  Battiato abrió un concierto al que asistí hace pocas semanas, y que sonaban casi como una plegaria.

«Defiéndeme de las fuerzas contrarias,

En el sueño nocturno cuando no soy consciente

Cuando mi sendero se hace incierto

Y no me dejes nunca más.

Devuélveme a las zonas más altas

A uno de tus reinos de calma

Es tiempo de escapar de este ciclo de vida

Recuérdame lo infeliz que me siento

Lejos de todas tus leyes».
 
Al principio me sorprendió que eligiera este tema como inicio de un concierto. Enseguida lo entendí. De inmediato se creó un ambiente especial, casi mágico, lleno de luz –a pesar de la oscuridad de la sala- donde no se oía nada –a pesar de las tres mil personas allí reunidas-, sólo la voz personalísima del autor. Una voz que te envuelve y te atrapa, unas melodías que emocionan y unas letras profundas que invitan a la reflexión. Y a la paz.

Una tras otra, las canciones siguen llegando. Y me recreo en ellas.

«Sulle strade al mattino il troppo traffico mi sfianca

Mi innervosiscono  i semafori e gli stop

E la sera ritorno con malesseseri speciali

Non servono tranquillanti o terapie

Ci vuole un’altra vita».
 
Siempre me he sentido identificada con estas palabras. Como si Battiato las hubiera escrito para mí. Siempre he deseado huir de esta gran ciudad que nunca he logrado sentir como mía. No le pertenezco. Como el autor, mi anhelo es cambiar de vida, rebajar la velocidad a la que me muevo día tras día. Poder disfrutar de los pequeños momentos en otro lugar, más humano, más a la medida del hombre.
Y aunque sé que en el fondo siempre lo sentiré así y aunque sé que nunca me atreveré a cambiar de vida, hoy me vuelvo a asomar a la noche, al rumor del tráfico, al rugido del autobús, a las miles de luces que me deslumbran, y soy capaz de encontrar la belleza que hasta ahora se me había escapado. Y quiero que siga siendo así y quiero poder seguir viviendo en un mundo libre, en mi Occidente libre, donde puedo seguir rezando a mi Dios en libertad. Donde puedo seguir escribiendo sobre amores imposibles. 
                                                                                                                                             Noviembre 2015

«Y te vengo a buscar
Aunque sólo para verte o hablar
Porque requiero tu presencia
Para entender mejor mi esencia
(…) Debería cambiar el objeto de mis deseos
Sin conformarme con las alegrías cotidianas
Hacer como un ermitaño que renuncia a sí
(…) E ti vengo a cercare

Con la escusa di doverti parlare
Perché mi piace ció che pensi e che dici
perché in te vedo le mie radici
(…) E ti vengo a cercare
Perché stó bene con te…». 

(Franco Battiato, E ti vengo a cercare del álbum Fisiognomica, 1988)

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