Las luces y la lluvia deformaban la escena, daban
otra forma a la realidad. La estación estaba débilmente iluminada en aquella
fría y oscura noche de noviembre. Había estado lloviendo todo el día, una
eternidad parecía. Los pasajeros que esperaban la llegada de los trenes se
agolpaban en la pequeña sala de espera. De vez en cuando se oía a lo lejos el sonido
de un tren que se acercaba.
Entonces, algunas personas se levantaban
lentamente, como si les costara salir al frío de la noche. Cargaban sus bolsas,
sus paraguas, se calaban los sombreros, se subían el cuello del abrigo y se
asomaban al andén con cara de resignación. Durante unos minutos se podía
respirar con más libertad en aquella sala, pero, poco a poco, volvía a llenarse
con nuevos viajeros. El tren que Charlie esperaba llevaba ya más de una hora de
retraso. Las últimas indicaciones aseguraban que en tan sólo unos minutos
efectuaría su entrada en la estación. Durante todo este tiempo había podido
entretenerse, a falta de algo mejor que hacer, en observar a los personajes que
le rodeaban e inventarse las historias que había detrás de cada uno de ellos. Había
despertado su interés, muy especialmente, una bella joven que había entrado en
la sala pocos minutos después de que él lo hiciera. Quizás bella no fuera
exactamente la palabra adecuada, no. Interesante, atractiva… Había algo en ella
difícil de describir. Sí, Charlie la encontraba interesante y atractiva, a
pesar de su cabello empapado y una gabardina demasiado grande que se había quitado
al entrar en la sala. El rostro de la joven era dulce y expresivo, en contraste
con la dureza que transmitía el suyo.
Por fin, el altavoz anunció entre interferencias y
pitidos la llegada del tren. Charlie se incorporó, sacudió las piernas, cogió
su maleta y se dirigió hacia la puerta. La joven del cabello empapado también
se puso en pie.
- Perdone –dijo
dirigiéndose a ella-. Creo que olvida su gabardina.
Ella se giró, miró hacia donde indicaba Charlie y
sonrió mirándole a los ojos:
- Sí, es mía. Muchas
gracias.
Él le cedió el paso y la siguió. Una expresión
risueña alcanzó su mirada, suavizando la dureza de su rostro. Ella se dirigía
hacia su mismo vagón.
- Déjeme que la ayude
a subir el equipaje.
Ella volvió a sonreír, con una sonrisa que iluminaba
la oscuridad de la noche. Y Charlie la siguió hacia el interior del vagón, agarrando
fuertemente su equipaje, como deseando no desprenderse nunca de él…
Noviembre 2015
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